Las madres y Cándido Bidó

Las madres y Cándido Bidó

Figura emblemática de la pintura de nuestro país y del Caribe. La maternidad ha sido gran tema en la plástica del maestro Cándido Bidó y él nunca lo abandonó con una interpretación a la vez rica y genuina.

Tema eterno en el arte universal, la maternidad ha inspirado también a numerosos artistas dominicanos, que dedicaron obras a madres e hijos, alternando vivencias personales, visiones colectivas, iconografía mariana, retratos ideales y reales.

Esa representación conjuga aspectos físicos, espirituales, sicológicos, sociales. Cada autor revela sus propios sentimientos, con la imagen de la madre, que se acompaña del “fruto de sus entrañas” y se convierte aun en profesión de fe.

Entre los maestros y maestras de la plástica nacional, quien ha tratado esa temática con mayor relevancia y frecuencia, probablemente sea Cándido Bidó. Figura emblemática de la pintura de nuestro país y del Caribe.

Él partió hacia sus cielos azules hace diez años…
Desde la juventud prometedora hasta la madurez triunfante, Cándido Bidó nunca dejó de dibujar y pintar el tema de la maternidad. Una preferencia lógica, puesto que él dijo – y lo hizo- “ pintar la gente de su pueblo”, en la vida diaria, en el campo, en faenas y juegos.

No hay pues una virtud que ilustre más a una mujer que la de madre, superando cualquier otra responsabilidad. El maestro de Bonao reflejó este valor, privilegio y compromiso, durante casi medio siglo de oficio artístico.

La generalidad de la crítica de arte, desde Darío Suro en el 1969 en su libro sobre Arte dominicano, lo ha comentado y hecho resaltar.

Permanencia y evolución. Ahora bien, la parte técnica y formal de las maternidades de Cándido Bidó se ha modificado. Aquellas de la década del 60 involucraban las consecuencias socio-económicas de las convulsiones políticas del país y las propias dificultades del artista en los inicios de su carrera.

Encontrábamos, en el tratamiento de las heroínas del hogar, la ternura ruda y rústica que exhalan criaturas de vivencias duras y sacrificadas.

Los rostros proyectaban una honda tristeza, patente también en los pequeños que padecían hasta hambre, o la madre formaba – y la siguió formando- una masa compacta e indisoluble con el niño.

Pinceladas y brochazos negros instrumentaban el expresionismo de entonces. A partir de los 70, aunque siempre preeminente, la maternidad, si bien conservó una cierta gravedad expresiva, se volvió más risueña, hasta cierto punto más decorativa.

La estructura orgánica, madre e hijo, se enriqueció de matices cromáticos, de variaciones en atuendo y entorno, de actitudes más sueltas. El sol brillaba …

Madres liberadas de temor y aprehensiones, sus retratos, anónimos siempre, llevaban menos la impronta de urgencia, de sobreprotección, de impotencia al fin. Algo especial en las obras de Bidó consiste en que la madre puede dedicarse a su oficio de marchanta, canastera o vendedora de pescado, con el recién nacido en los brazos, o ir caminando, con el muchachito en el pecho, entre compañeras cargando aves…

En épocas posteriores, el tema materno se ha vuelto definitivamente más alegre, y la condición de madre ha aliviado las ansias de la carencia. Lucen casi prósperas en su sencillez. Las jóvenes madres no sonríen ni miran hacia el exterior como todos los pobladores de la aldea “bidosiana”: decía Cándido que ellos no querían ver el mundo por feo…

Sin embargo, ya se engalanan de vestidos estampados, de colores frescos; el trazo que las configura es más ligero.

No cabe duda, la maternidad por Cándido Bidó llega a expresar la femineidad feliz, y este tema formará parte de la exposición homenaje que pronto van a dedicar a un artista querido siempre.

Riqueza expresiva propia. Ahora bien, la maternidad puede alcanzar, en las expresiones de Cándido Bidó, varias connotaciones, una de ellas surge del color. Así, madres y niños – es uno de sus grandes cuadros- de repente son azules , y también azulea el entorno en un conjunto monocromático: todos conocemos el “azul Bidó” de siempre, su “Paraíso Azul” lo llamó Danilo de los Santos.

Si bien es cierto que, en su mayoría, las progenitoras tienen un recién nacido en brazos, la criatura puede ser una muñeca extraña… o la madre una infanta con instinto maternal cuando el artista se recordaba de Velázquez. Imaginación y fantasía nunca faltaban.

Las madres de Cándido Bidó suelen pertenecer a su terruño. Sin embargo, por el tema mismo, la plenitud dominante, la sensación de perennidad, la maternidad asciende naturalmente a un nivel místico. La madre se trasciende en madona, y evocamos lejanas representaciones de la época medieval, aunque solamente en la crucifixión podemos leer un compromiso religioso.

Más aún, los pájaros se aprietan en los brazos de sus amas o anidan en sus pelos…como si fueran sus críos. Interpretamos estas relaciones afectivas, más allá de la maternidad… porque de la obra de Cándido, toda, emana el amor, por los hijos, por la gente, por las aves, por la Madre Naturaleza y sus frutos.

María Ugarte veía en los cuadros de Cándido Bidó, “deliciosos y entrañables personajes rodeados de un entorno de paz y bondad”. O sea el ideal de la maternidad.

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Palabras con motivo del Premio Nacional póstumo, otorgado a Cándido Bidó (2011)
“La producción pictórica de Cándido Bidó desplegó las escenas y los escenarios que sus admiradores tanto anhelaban.

Ciertamente, si el artista hubiera abandonado sus tiernas maternidades, sus vendedoras callejeras, sus grandes rostros, sus niños buenos y traviesos, sin esa “gente de mi pueblo” – según él definía su pintura-, no hubiera sido nuestro Cándido Bidó…

Así mismo, preciamos su sol legendario, las aves mágicas, las casas vernáculas, los paisajes bucólicos y todas las “cosas” – otra palabra favorita del artista- que forman parte de su auténtico poemario visual.

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