Las menores no son propiedad sexual

Las menores no son propiedad sexual

José Miguel Gómez

Ser propiedad sexual y emocional del otro, guarda relación con la patrifocalidad, la masculinidad no bien asumida, con el machismo; pero también, está estrechamente vinculada con el poder, el control, los roles, la designación, la cultura y las practicas permitidas, donde existe pobreza extrema, marginalidad, exclusión social y personas que por su condición socio-económica no tienen la libertad de decidir por ellos mismos y de su familia. En pleno siglo XXI, en República Dominicana, en los campos, comunidades pobres y en barrios excluidos, hombres de la cuarta y quitan décadas, compran o establecen relaciones con pre-adolescentes de 12 a 15 años, como forma de sentirse validado, orgulloso del poder masculino, para establecer una relación Amo-esclavo, de propiedad, con sentido de pertenencia sin libertad alguna, y donde los roles “padre-hija” (control y sumisión) sean las normas. Esa práctica se hace recurrente: niñas abusadas, acosadas y compradas por su condición de pobreza: un celular, ropas, comida, pasola, estudios, etc. Pero también, la compra y facilidades a los padres, en mejorarle la casa, mudarle a la ciudad, ponerle un negocio, ofrecerle una visa, conseguirle un trabajo, etc. Felicitamos al Congreso Nacional al modificar el Código Civil, prohibiendo en matrimonio con menores de edad y negando el consentimiento de los padres. Pregunto, ¿una familia de clase alta o media, entrega su hija menor por comida, por un celular o por una visa? Las relaciones de adolescentes con hombres mayores, menores o pares, no se practican en la clase altas, o en los adolescentes con acceso al desarrollo social. Esa práctica, más bien, es propia de la cultura de pobreza, y de la clase socialmente deprimida en condición de exclusión y de pobreza estructural, que son víctimas tres veces: en lo psico-emocional, lo sexual y lo espiritual. De estas condiciones de sobrevivientes es donde más adolescentes se embarazan, desertan de la escuela, se prostituyen, viven con baja autoestima y pobre auto-concepto, sin orgullo, sin dignidad y sin juicio crítico para contextualizar o discriminar su doble categoría de víctima.
En un país con políticas públicas eficiente y eficaz, en protección a niños y adolescentes, no se había establecido una revisión al Código Civil sobre el matrimonio de menores, el consentimiento de familias pobres para legitimizar esa barbarie, habla de un país sin Estado de derecho, sin protección, y sin saber cuándo estamos proporcionando el riesgo, la permisividad, el acoso moral y sexual, la vulnerabilidad de los niños y adolescentes.
La práctica de compra de sexo con menores, acoso sexual y violaciones, a través del chantaje, la extorsión y el condicionamiento de regalos y dádivas, seguirá existiendo en la cultura de pobreza. El futuro de las niñas y adolescentes tiene que cambiar a través de la educación, de la autoestima, del crecimiento integral que les permita tomar decisiones cuando se sientan en derecho, con voluntad, autodeterminación y conciencia para decidir como adultos sanos y responsables. Cada familia debe protegerse, la escuela debe de impartir la educación sexual con el tema de sexualidad sana y en valores para posponer las relaciones, evitar el embarazo y, decir no a una sexualidad riesgosa y vulnerable. Duele mucho tener que ver o escuchar que una niña o pre-adolescente se juntó con alguien porque ella lo decidió. De por Dios, cuál es el nivel de madurez, conciencia, habilidad, destreza en una adolescente para asumir y prevenir sus propios riesgos y consecuencias negativas. El matrimonio con menores, o entre menores no debe ser. Solamente los adultos pueden asumir de forma crítica algunos de sus comportamientos que, en elección de pareja, afectividad, vulnerabilidad psico-social de alto riesgo, no todos los adultos saben o aprenden a tomar decisiones sabias e inteligentes. Vamos a asumir la esperanza de que la sociedad se empodere y proteja a los adolescentes pobres y de exclusión social, para que puedan crecer en lo emocional, psicológico, espiritual y en una sexualidad sana y armónica, para la felicidad y el equilibrio de la personalidad.

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