Cada sector o dirigente influyente en el país desea un traje a su medida
En otras ocasiones me he referido a las marcadas contradicciones y divisiones en los diferentes grupos del país.
Económicos, sociales, políticos. Dentro de los cuales corre por sus venas el germen de la disgregación, sin que haya todavía un antídoto efectivo para curarlo o detenerlo.
Cada quien quiere sus propias leyes, reglas y normas. Cada sector o dirigente influyente desea que le confeccionen un traje a su medida.
Producto de esas negativas prácticas arrastradas durante largo tiempo, sobre todo en los sectores influyentes, se ha logrado crear una mentalidad en la que cada dirigente o persona con capacidad de decisión constituye algo parecido a una isla. Ese fenómeno ha dado paso a que se conforme lo que he definido como: “archipiélago nacional”.
Por razones especiales dentro del archipiélago nacional, algunos, con mayor notoriedad en el campo económico han tenido la capacidad de extender sus influencias hacia otras áreas, adquiriendo una calidad parecida a la de continente. Aunque las divergencias con otros sectores se mantienen.
Dentro del campo político no ha sido un secreto para nadie las diferentes posiciones adoptadas por los dirigentes. Y me refiero a divergencias dentro de los partidos gobernantes como de la oposición. Ha habido una marcada tendencia a confundir sus propios roles.
Por una parte dirigentes de oposición y otros sectores aspirando a que los que gobiernen actúen como ellos quieren, mientras por la otra, en muchos casos se da el fenómeno de que los dirigentes gobernantes quisieran que la oposición actuara como a ellos les gustaría. Todos deseando que se decida según sus propias conveniencias.
Algunos podrían entender que eso se produce básicamente por desconocimiento del papel que cada dirigente y cada sector debe jugar dentro de un sistema democrático y de respeto institucional. Pero pienso que, además de eso, se motoriza a causa de la mentalidad de islas existente. Del individualismo, egoísmo, fragmentación, caciquismo aún latentes.
Mientras los análisis y planteamientos se sustenten solo desde el punto de vista de las conveniencias grupales y del individualismo arraigado en lo más profundo de las tradiciones, se harán difíciles los resultados constructivos con una visión de conjunto. Porque las continuas divergencias generan desconfianza.
Nadie confía en el otro porque entienden que el otro tampoco confía en ellos. Equivocadamente creen que caminan por rutas correctas asumiendo cierta diferenciación discursiva, pero sin darse cuenta empujan o se dirigen hacia el mismo destino. La disgregación y la desconfianza.
Solo con un sentido comunitario de la vida se puede entender este fenómeno social y humano. Pero a partir del llamado nuevo orden, en muchos sectores el sentido comunitario se considera obsoleto.
Y se hará más difícil entenderlo mientras no se comprenda que debe formar parte de la educación. En la infancia. Continuando en las familias, escuelas, universidades, centros de trabajo y en cada actividad humana.
El sentido comunitario consiste en decidirse espontáneamente a borrar todo lo que signifique egoísmo e individualismo. Darle vigor a ese pensamiento y convertirlo en realidad. No esperar a que el otro lo practique. Practicarlo cada uno. Practicarlo todos.