Las migraciones, realidades y prejuicios

Las migraciones, realidades y prejuicios

El tema de las migraciones es tan viejo como la humanidad misma, sólo que ahora esta se produce en el contexto del resurgimiento de los viejos conflictos territoriales y regionales, los ultranacionalismos y secesionismo congelados durante el mundo bipolar y “seguro” que configuraron Estados Unidos y la ex Unión Soviética. También, porque el presente flujo migratorio se produce desde los llamados subdesarrollados hacia los más desarrollados y no al revés, como era antes. Esto provoca serios conflictos sociales, donde predominan diversos prejuicios étnicos que se trasmutan en xenofobia, en agravamiento de las diferencias regionales entre los países en secesionismo, ultranacionalismos e ingobernabilidad.
Al hacerse visible la oleada de inmigrantes en casi todos los espacios de determinados países, los prejuicios construidos desde hace siglos y subyacentes en la mente de diversos pueblos se reaniman poderosamente contra otros países y contra poblaciones de regiones de un mismo país. Bobbio recuerda que, en Italia del Norte, de la gente del Sur dicen: “son diferentes en las tradiciones, son haraganes, viven a costa nuestra, invaden nuestro territorio, son mal educados, deshonestos, sucios, portadores de enfermedades contagiosas.”. Lo mismo dicen ahora muchos europeos de los extra comunitarios; así se expresan en Francia sobre los judíos, catalanes y vascos sobre los españoles de otras regiones.
Aquí, muchos se expresan así de los haitianos; en Costa Rica de los nicaragüenses, en El Salvador de los hondureños etc. Los prejuicios étnicos y xenófobos siempre han existido, negarlo es cinismo, ignorancia, o hacer como como el avestruz. Sólo que ahora los exacerba el contexto de las transformaciones en los sistemas productivos, de distribución y de servicios del capitalismo que impactan más profundamente en la composición de las fuerzas laborales de los países, determinando tipos de trabajos u oficios socialmente “degradados” en la industria de la construcción, de la agricultura y de diversos servicios que son generalmente ocupados por inmigrantes y no por la población local.
Este es un fenómeno mundial, consustancial a la forma de producción capitalista, donde la mano de obra inmigrante es un componente básico para las economías que la reciben. Por ejemplo, según estudios, el aporte de la fuerza laboral haitiana a la producción dominicana es cercana al 6% y en el sector de la construcción contribuye con más de un 18%, algunos economistas dicen que el aporte de esta mano de obra a la economía dominicana supera 4 veces el gasto que el Estado dominicano dedica a la mano de obra haitiana. Se ha demostrado que esta mano de obra no compite ni contrae el salario de la dominicana, porque esta no hace el trabajo de aquella.
Sociológicamente es ya imposible que el dominicano haga labores que sí hacen los haitianos, como sociológicamente es imposible que los europeos trabajen en algunos sectores vitales para el desenvolvimiento de sus economías, para eso están los inmigrantes. Sobre el tema de la migración en general y sobre la haitiana en particular, se dicen verdades, medias verdades y falsedades. El tema tiene aristas económicas y sociológicas que debe abordarse seriamente, como también la indispensable regulación y control fronterizo, sin promover odios entre los pueblos, divisiones entre familiares ni fracturas en las relaciones de amistad.

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