Las mil y una muertes tratadas en un coloquio en un cementerio de México

Las mil y una muertes tratadas en un coloquio en un cementerio de México

Mexico, (AFP) – Un cementerio-museo fue el sitio ideal para que expertos desmenucen el misterio de la muerte cuando México se prepara, como todos los 2 de noviembre, para celebrar a sus difuntos con calaveras, rimas y manjares, tan diferente al sentir de pesar del resto de los latinoamericanos.

La música sacra matizó la espera para el inicio del coloquio «Las mil y una muertes» en el Panteón de San Fernando de la capital mexicana, donde yacen figuras históricas de México, entre ellos el ex presidente Benito Juárez (1857-72), el último sepultado en ese cementerio transformado en museo en 2006.

Las tradicionales ofrendas y las catrinas (elegantes calaveras que emulan a las mujeres ricas de principios de siglo XX) marcan el camino hacia el lugar del coloquio, justo en medio del cementerio, donde los asistentes ni se inmutan por el sitio elegido, como si estuvieran en una clásica sala de conferencias.

«Esta imagen es bien mexicana, un país diverso, que ha adoptado en el culto a los muertos aspectos prehispánicos, junto con europeos y árabes. Nos reímos de la muerte, pero en realidad es por miedo», dijo a la AFP Erik Mendoza, profesor investigador de Antropología Física, y coordinador del encuentro.

A cargo de un proyecto sobre «antropología de la muerte» del estatal Instituto Nacional de Antropología e Historia, Mendoza explica que la popular tradición mexicana «no implica celebrar la muerte, sino a los muertos: es un culto a los antepasados».

El experto considera que la más cercana relación del mexicano con la muerte se afianzó durante la convulsionada etapa de la Revolución, en la primera parte del siglo XX, y lo ejemplificó en frases pronunciadas entonces como: «si me matan, que sea de una vez».

Al analizar la violenta realidad de México, donde la guerra entre los cárteles de la droga ha dejado 3.800 ejecutados en lo que va del año, Mendoza dice que los sicarios imponen «el dominio de la muerte» en las ejecuciones, los descabezamientos y en los letreros amenazantes que habitualmente dejan al lado de las víctimas.

«Es como si los narcotraficantes dijeran: ‘Puedo quitar la vida y quitarle el carácter sagrado a la muerte, desacralizarla'», resume el experto.

La música sacra deja de sonar y en el cementerio, donde generalmente la muerte no admite explicaciones, los expertos comienzan a abordar temas tan diversos como «Del naturalismo del jardín del Edén a la aséptica pulcritud del conmemorativo bosque de césped, el Forest Lawn Memorial Park» o el más psicológico «La noción de muerte en los infantes y el suicidio infantil».

«Amar en estos días a los muertos con los cuales convivimos es parte de la tradición», dijo a su vez en el acto inaugural, Guadalupe Lozada, coordinadora de Patrimonios Históricos de la capital mexicana.

Pero fue Mendoza quien siguió con la costumbre de quitarle dramatismo a la muerte o a la celebración de los muertos.

«Todo lo que usted quería saber sobre la muerte y nunca se atrevió a preguntar», dijo al resumir la esencia del coloquio, parafraseando el título de la famosa película de Woody Allen, pero referida al sexo.

La celebración se multiplica en casi todos los rincones de México, pero la irrupción de la muerte violenta en algunos sitios, a diferencia de la tradición, tiene aterrorizada a la sociedad.

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