Las monedas

Las monedas

 JOSÉ LOIS MALKUN
En los Estados Unidos, el chele sigue siendo una moneda importante. Si a alguien se le cae al suelo, se agacha a recogerla aunque el esfuerzo lo sofoque. Cuando compras en cualquier tienda o vas a un restaurante, bar o discoteca, nadie te devuelve incompleto porque el consumidor reclama su chele. Siempre aparece ese chele por el medio. ¿Y ustedes saben cuando representan tres cheles norteamericanos? Un peso dominicano. Y en este país mucha gente no se agacha a recoger un peso ni aunque lo maten.

Lo peor del caso es que casi ningún negocio le devuelve un peso, o dos pesos. A veces no tienen ni los cinco pesos en moneda para devolver. Y aunque el Banco Central está lleno de monedas, prefieren seguir esa practica porque el dominicano, por lo regular, no reclama su vuelto en monedas.

Si usted calcula lo que representa esto en todas las operaciones que se realizan al menudeo cada mes, estamos hablando de millones de pesos. Millones de pesos que ganan los negocios y pierden los consumidores simplemente por apatía o negligencia.

En Europa, por ejemplo, hay monedas de todas las denominaciones. Algunas son de 2 euros, que representan 90 pesos dominicanos. Le gente usa mucho las monedas para todas sus operaciones. Inclusive en esos países los negocios ponen letreros donde no se aceptan billetes de alta denominación, salvo que lo gaste casi todo.

Pero detrás del telón hay algo que el 99.9% de los ciudadanos desconoce y quizás por eso cuestionen o rechazan el uso de la moneda metálica. Y es el costo del papel moneda. Cuando era Secretario de Finanzas firmé por primera vez el logotipo que sirve para imprimir los billetes de diferentes denominaciones, donde aparecería mi firma a la derecha. Me enviaron después una muestra con esos billetes, encuadrados en vidrio, que guardo como recuerdo.

En el Banco Central me toco hacer lo mismo pero con la firma a la izquierda, que es donde aparece la del Gobernador. La diferencia fue que en esta ocasión me tocaba también firmar el contrato con la empresa inglesa que imprime los billetes.

Cuando me enteré del costo de esta impresión, realmente me alarme porque no tenía idea de lo carísimo que resultaban estas emisiones de papel moneda. Empecé a reducir las cantidades del pedido al mínimo y ordene que la maquina que está en el sótano del Banco, que cuenta, clasifica, ordena y descarta los billetes deteriorados, se ajustara para que esos billetes duraran más tiempo en circulación antes de ser destruidos.

Comprendo que molesta manejar billetes muy deteriorados. La gente no le gusta ni ponerle las manos encima. Pero en un país pobre tampoco podemos pretender manejar siempre billetes nuevos y reducirlos a cenizas cuando han circulado unas cuantas veces. Hay que mantener un equilibrio en esta materia.

Parece que mi reacción al tema de los costos de impresión del papel moneda llegó mas allá de mi despacho y al poco tiempo una empresa me presentó una oferta para imprimir los billetes dominicanos en un tipo especial de polímero, o sea una especie de plástico. Me mostraron que muchos países lo habían adoptado y aunque el costo era casi dos veces mayor al papel moneda, en duración lo cuadruplicaba, resultando en un ahorro significativo de recursos.

Como he viajado por muchos lugares del mundo y no recordaba haber manejado este tipo de billetes, preferí dejar el asunto en suspenso para que otras autoridades estudiaran mejor su factibilidad.

Pero la verdad es que la decisión del Banco Central y de la autoridad monetaria de poner a circular monedas metálicas de 10 y 25 pesos es muy oportuna y saludable. Quizás deberían aumentar las denominaciones para quitarle la mala costumbre a los negocios de no tener monedas disponibles y al público, de despreciarlas.

Algunos argumentan que es incómodo llevar monedas en el bolsillo. Pero cuando visito Norteamérica siempre llevo el bolsillo lleno de cheles y monedas de 5, 10 y 25 centavos porque sin eso es difícil que puedas sobrevivir con facilidad. Pero el complejo de rico en un país de pobres, es una enfermedad peor que el sida.

Muchas ventajas se pueden conseguir si se difunde el uso de las monedas. Por ejemplo, nadie le podrá venir con el cuento de que no tiene cambio para devolver 10 o 25 pesos. Y si usted siempre reclama la devolución de su vuelto, aunque sea un peso, todos los negocios tendrán suficiente monedas para cumplir su reclamo.

Además, por fin habrá monedas en circulación. Así cuando lleve a sus hijos o nietos a ciertos centros comerciales donde hay caballitos y carritos que se mueven con monedas, lo podrán disfrutar a su antojo, porque ahora si usted

intenta cambiar 20 pesos en monedas en los negocios de esos centros, pasará la de Villadiego.

Igualmente, se facilitará el pago del transporte ya que cuando se baje un pasajero del carro público, el conductor no tiene que paralizar el tránsito 2 ó 3 minutos para devolver el cambio. Las bocinas y maldiciones que se oyen de otros conductores, son realmente justificadas.

El peaje es otra barbaridad. Usted ve largas filas de carros consumiendo combustible esperando su turno para pagar en papel moneda. A veces esperan hasta 10 y 15 minutos, mientras las filas donde tiras las monedas en una maquina están siempre vacías.

No hay dudas de que en una economía informal como la nuestra, donde el mercado callejero mueve millones de pesos al día y destruye una cantidad similar de papel moneda, el uso de monedas metálicas es una necesidad.

En fin, hay que cambiar muchas cosas en este país pero no todas se pueden hacer al mismo tiempo. Intentemos hacer algo positivo aunque para muchos eso pueda parecer irrelevante y para otros, controversial.  

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