Es común escuchar que para los hombres el sexo es lo más importante. Sin embargo, lo es para ellos tanto o igual que para las mujeres. Y por las mismas razones que nosotras también lo necesitamos: para demostrar, dar y recibir amor.
Por lo cual, la falta de deseo sexual es un problema que puede deteriorar la relación de pareja e incluso causar ansiedad en el que lo sufre.
Las últimas investigaciones han revelado que aunque ambos sexos pueden sufrir este problema, las mujeres lo padecen en mayor medida, llegando a producir en la mayoría grandes sentimientos de culpa.
Debemos identificar que los síntomas más significativos para reconocer la falta de deseo sexual es una disminución por el interés que nos suscita el sexo en sus diferentes dimensiones, y que muchas veces suele ir acompañada de conductas como de rechazo por las propuestas de actividad erótica y sexual que incita nuestra pareja, así como disminuir nuestra iniciativa para proponer actividades sexuales.
Ya cuando nos encontramos en esta fase, ese gesto puede provocarnos ansiedad, pero sobre todo malestar y temor hacia las consecuencias de nuestra inapetencia sexual, que nos puede llevar a sentir que estamos obligados a tener una actividad sexual para evitar un problema o el mal humor de la pareja. Pero resulta que obligación y deseo son dos grandes enemigos, que cuando se enfrentan nos evidencian el círculo vicioso al que hemos entrado provocado por un distanciamiento afectivo y un aumento de los conflictos en la relación que, a su vez, siguen alimentando una disminución de nuestro deseo sexual.
Como bien indican los peritos de la materia, el deseo erótico en el ser humano es bastante complejo, por lo que la “falta de deseo sexual” se puede deber a causas muy diversas, como el estilo de vida, el estrés, el cansancio, la sobrecarga de obligaciones laborales y/o personales, que pueden afectar al deseo, así como las crisis personales o familiares, los duelos, los problemas de inseguridad laboral, enfermedades familiares o propias, y situaciones de insatisfacción personal. De igual manera si las relaciones anteriores no han sido placenteras, o se han vivido con insatisfacción, esto también puede influir en el deseo.
La relación de pareja también tiene mucho que ver con el deseo. Si uno de los miembros siente que ya no hay intimidad con la pareja, no se siente cuidado o cuidada, ya no siente atracción por su pareja, o hay distancia emocional… esto también puede disminuir el deseo.
La mejor manera de trabajar un bajo deseo sexual es llegando a sensibilizar aquellas vías del placer. Es decir, podemos pensar que existen unas vías neuronales relacionadas con el placer y el deseo sexual. Y para que todo funcione bien, el tránsito del deseo al placer tiene que ser definitivamente un atractivo camino lleno de gratos estímulos, como se supone que debería ser el encuentro erótico. Las personas que tienen problemas de deseo no encuentran el camino. Y cuando lo encuentran, está plagado de saboteadores obstáculos.
Pero es muy importante que no confundamos la ausencia temporal de ganas con el problema sexual al que hacemos referencia. Se considera un trastorno cuando la falta de deseo es persistente y recurrente, y sucede desde hace por lo menos 6 meses.
Yo estoy convencida de que el paso por momentos puntuales y temporales no debe angustiarnos, pero vienen muy bien los refuerzos positivos y dedicar un tiempo a mimarnos y cuidarnos. Un masaje, una cena a la luz de las velas, un paseo por el campo, un buen baño aromático son pequeños detalles que cargan nuestra energía y nos aportan ese suero en vena de placer, contra la depresión y la angustia. Y ¿qué mejor refuerzo que ese, en el que favorecemos la inclinación erótica dotándonos de los estímulos adecuados?