Parece que hemos entrado en una etapa en que la mayor parte de la sociedad en su conjunto ha empezado a comprender, finalmente, que las mujeres, como individuos y seres humanos, no son distintas ni menos que los hombres. Que tienen derecho al respeto y consideración de todos, desde la casa hasta en el trabajo, cualquiera sea. Es una violación de su derecho humano cuando una mujer es víctima de acoso y abuso sexual, cuando se pretende que entregue su cuerpo y honor para obtener algún beneficio; cuando se le golpea y se le maltrata por la falta de hombría de quienes se creen hombres; cuando se le paga menos que a sus pares masculinos por el simple hecho de ser mujer; cuando, dondequiera, se le menosprecia y minimiza; cuando se desconoce su capacidad; cuando no se le tiene en cuenta por el simple hecho de ser mujer. Los responsables y ejecutores deben llegar a ser considerados violadores de derechos humanos y sancionados como tales. Para ello también debe servir la Carta Internacional de los Derechos Humanos aprobada en París el 10 de diciembre de 1948 y que acaba de cumplir sus 70 años. En esencia se hace referencia a ella, generalmente, con relación a los derechos civiles y políticos y se olvidan, igualmente incluidos, los económicos y sociales e, implícitamente, los de género.
Ciertamente, las mujeres no solo han ido tomando, crecientemente, conciencia de sus derechos sociales y humanos individuales sino, también, una activa decisión de ocupar el lugar correspondiente a la mitad de la población que representan. La organización Amnistía Internacional acaba de publicar un informe, en ocasión del aniversario de la Carta de Derechos Humanos en el que destaca como las mujeres han tomado la iniciativa para defender cuestiones que atañen a toda la sociedad arriesgándose a denunciar y combatir políticas de “mano dura, misóginas, xenófobas y homófobas”. Las califica como la verdadera vanguardia en la defensa global de los derechos humanos. El secretario general de esa organización que monitorea la cuestión de los derechos humanos en el mundo declaró, al presentar el informe, “Derechos Hoy”, que en “2018 vimos a muchos de estos líderes que se autocalifican de ‘duros’ tratando de violar el principio de igualdad, mediante la aplicación de políticas o tácticas intimidatorias dirigidas a demonizar y perseguir a comunidades ya marginadas y vulnerables. Sin embargo, las mujeres activistas son las que este año han ofrecido la visión más potente de cómo combatir a estos dirigentes represivos”.
El documento resalta como las mujeres han tomado las calles en muchos lugares del mundo para reclamar derechos y condenar violaciones y todo tipo de “violencia sexual endémica”, así como discriminaciones y marginaciones irracionales y humillantes. Incluso en naciones desarrolladas se han multiplicado las manifestaciones contra el chantaje sexual.
El informe igualmente, denuncia que “no podemos celebrar el tremendo auge del activismo de las mujeres sin reconocer por qué necesitan luchar tan arduamente. La cruda realidad es que, en 2018, muchos gobiernos apoyan abiertamente políticas y leyes que las someten y reprimen”.