Las mujeres que opinan… ¿son peligrosas?

Las mujeres que opinan… ¿son peligrosas?

Elvira Lora

Recién concluye la quinta edición del foro «Las mujeres que opinan son peligrosas» en el Museo de Pontevedra, y al leer el manifiesto de las periodistas e intelectuales iberoamericanas se evidencian riscos de involución en las páginas de periodismo de opinión de la región: escasez de firmas, latidos del síndrome de la impostora, amenazas en las redes sociales por los argumentos publicados, las espirales -del silencio- de los tópicos tratados.

Pese a estos panoramas, si en algo estamos de acuerdo las periodistas feministas es en la urgente necesidad de continuar construyendo puentes entre las mujeres actuales y sus referentes, las “madres y hermanas espirituales” que les antecedieron; articular las agencias a favor de los derechos políticos y civiles, indagar y juzgar en torno a las múltiples agendas públicas. Más que peligrosas, las mujeres que opinan, en esta sociedad del ruido, son necesarias.

Pues la argumentación, texto de la escritura consciente, es un acto de liberación genuina, ha significado un principio de subversión perenne, escribe la pensadora Hélène Cixous en “La risa de la medusa”; de hecho, para las dominicanas es tal esta verdad que está evidenciada en el hecho de que al carecer de ciudadanía maestras normales, abogadas, médicas, poetas, amas de casa, periodistas, escritoras, activistas dispusieron parte de su tiempo para ejercer los derechos subjetivos mediante artículos, editoriales, columnas, comentarios, discursos y conferencias que alentaran a sus coetáneas a entender las bondades y beneficios de clamar por la igualdad.

Le invitamos a leer: Pelosi califica de “bofetada” para las mujeres el fallo sobre aborto en EEUU

De hecho, en 1926, la alta prosista y maestra normal Rosa Smester escribe a Petronila Angélica Gómez Brea su interés por tener más tiempo para opinar sobre las diversas situaciones de las dominicanas en las páginas de la hoy centenaria revista Fémina: “Yo, a pesar mío, nada puedo ofrecerle, soy maestra y como se paga tan poco, tengo que ir en las horas que me quedan, a la caza de reales (…) Le envío la primera parte de un discurso mío que fue muy favorablemente comentado, y que no se ha publicado aún”.

Así se erigen los géneros periodísticos editoriales, “los opinativos”, en el contradiscurso ante una realidad vivida por nuestras sufragistas hace una centuria: las barreras que tenían al estar confinadas a los espacios privados les dificultan ser testigos directos como exige el periodismo noticioso; pero, pese a este sistema de opresión, se autoconstruyen en sujetos plenos, transitando entre sus pensamientos, agencias y la loable tarea de legarnos la ciudadanía. Constituye el periodismo de opinión de nuestras pioneras la genealogía de la vindicación por los derechos humanos.

En los archivos de Fémina (1922-1939) se encuentran más de 266 textos periodísticos de opinión; fue la estrategia de su fundadora y creadora, la maestra normal Gómez Brea, de convertirla en una tribuna de debates sobre la pertinencia de que la patria les incluyera en la época de reconstrucción de la soberanía, se concediera el trabajo igualitario, visibilizar la urgente presencia de las mujeres en las cámaras legislativas y las cortes, entre otros espacios públicos. También, opinaron para que el espacio privado, el hogar, fuera reformado, y que la educación se convirtiera en catalizadora para evolucionar y lograr el entendimiento en la sociedad de sus vindicaciones.

Sus argumentos permiten articular el activismo que antecedió a la primera ciudadanía. Por eso reafirmamos: las mujeres que opinan no son peligrosas, ¡son muy necesarias!

Puede leer también: Abel Martínez: “La población más desprotegida tiene derecho a ser escuchada”