Ha sido larga la carrera de la mujer en busca de la igualdad de derechos en todos los órdenes. La discriminación ha sido tal que, hasta el otro día, se puede decir, las mujeres no podían ser actrices ni cantantes en escenarios públicos.
El mundo fue acotejado por hombres y para los hombres. A las mujeres se les asignó un papel de segunda fila que las confinaba a los lugares más oscuros de la familia
Lo que sí disponía la sociedad de entonces era que la mujer fuera el eje de la familia. Era la que enseñaba a mamar la leche del seno, la que enseñaba al niño a caminar, a correr, a ejercer el habla.
El padre aprovechaba esos talentos de la madre para, sin reconocerlos, mostrarse orgulloso de una familia donde su presencia debió ser más visible.
Cuentan, por ejemplo, que en un pueblo de la antigüedad aumentó el precio de la leche, de tal modo, que peligraba la salud de los pequeños. Las mujeres realizaron una asamblea y, la más osada gritó en medio del silencio: las mujeres de Río Hondo tenemos que agitar para que nos bajen la leche.
En la antigüedad hubo mujeres sobresalientes, pero su papel, era limitado y poco reconocido. Cito las faraonas egipcias, Nefertiti, Cleopatra, las mujeres griegas Penélope, Helena de Troya, María, la madre de Jesús y paro de contar.
La discriminación continuó al punto de que una gran escritora francesa se vistió y actuó como hombre para que se respetara y aceptara su obra literaria: George Sand.
La soberbia de los hombres llegó a tal punto que la mujer era tratada como un objeto de harén o para posar en excelentes desnudos esculpidos y pintados, obras de arte que hablan de la pericia y calidad de los artistas y de la eterna belleza de la mujer.
El desnudo femenino viene de siglos, ahí están las estatuas de la diosa Europa y la Venus de Milo esculpidas con los senos al aire.
En la búsqueda de la libertad e igualdad sexual, en la centuria pasada se creó el “sinkini”, aquel traje de baño de una sola pieza diminuta, que dejaba al descubierto los senos, pero no pudo imponerse sobre el bikini.
Desde siempre he objetado el reclamo de que se repartan, en partes iguales las candidaturas electorales. Eso es discriminatorio, las posiciones electivas se ganan sin que deba intervenir la voluntad sesgada de un comité superior.
Para mí, hay acoso sexual cuando a la mujer no le gusta la mirada que recorre su figura, cubierta con ropa tan ajustada que insinúa todo, o modas que muestran más que lo que ocultan del cuerpo femenino.
Si esto sigue así, los niños nacerán en probetas de laboratorios.