Las mujeres y la edad 

Las mujeres y la edad 

Es harto conocido que las mujeres “se quitan los años”, y algunas se niegan a decir sus edades hasta a los médicos que las atienden, incluyendo a los gineco obstetras.

Recuerdo que en una ocasión saludé a una amiga cincuentona diciéndole: buenos días, viejita, y su respuesta surgió de inmediato.

 -Conmigo no uses la palabra viejita, ni para demostrarme tu cariño- dijo, con el entrecejo fruncido.

Otra quincuagenaria detuvo el vehículo que conducía ante un negocio callejero de venta de frutas, realizando numerosos pedidos.

Una vez depositadas en el automóvil las mercancías, preguntó al frutero la cuenta, y este respondió:

    -Lo suyo llega a doscientos sesenta pesos, mamita.

Con una retahíla de malas palabras, entre las cuales figuró aquella tan usada, y que rima con moño, la dama devolvió al vendedor lo que había solicitado, gritándole que si ella no lo había parido, no podía ser su mamita.

    Hace más de tres décadas escribí un artículo acerca de las muchachas que en el año 1950 eran alumnas de la escuela de ballet que dirigía la profesora húngara Magda Corbett, entre ellas una de la que fui un ferviente admirador.

    Como destaqué en el escrito los encantos físicos de la danzarina, esperaba que me llamara para manifestarme su gratitud, pero lo que escuché por la vía telefónica fue algo completamente diferente.

    -Mario Emilio, qué timbales tú tienes, publicando en un periódico de circulación nacional que en el año cincuenta yo practicaba ballet; ese daño no me lo pagarías ni con un millón de pesos de indemnización.

   Una hermosa amiga que se acerca a los sesenta años de edad escribió una especie de oración la cual lee al despertarse en las mañanas, cuyo texto es más o menos el siguiente:

    -¡Todopoderoso calendario, aleja de mi cuerpo todos los pliegues y las guindalesas que lo puedan afear, y” esterícame “la piel de la cara para que las arrugas no se posen en ella!

    A simple vista parece que el Dios del almanaque la ha complacido en lo que respecta al rostro, libre de hendiduras; pero algunas de sus amigas atribuyen el milagro a santa cirugía.

    Las malas lenguas aseguran que existen féminas que se despojan de la carga de los años con tanta desfachatez que llegan a declarar una edad menor a la de sus primogénitos, y que algunas corren el riesgo de introducirse nuevamente en el vientre de sus madres, si éstas no han muerto.

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