Las navidades llevadas a saturnales

<P>Las navidades llevadas a saturnales</P>

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Iniciándose el siglo XXI, el nivel de consumismo y de repudio a todo lo que sea religión cristiana, ha llevado a que se introduzca de contrabando, como si fueran legisladores dominicanos, el término de Felices Fiestas en lugar de Felices Navidades, dando a entender los fines mercuriales de lo que antes significaba tanto para la Humanidad.

Ya el recuerdo de la celebración del nacimiento del Hijo de Dios, llevado a esta fecha por los Padres de la Iglesia, con el fin de contrarrestar la popularidad de las Saturnales, se ha perdido en el tiempo y en el sibaritismo moderno. Las Saturnales era la ocasión de los romanos para celebrar el triunfo del Sol sobre la noche, después que ocurría el solsticio de invierno el día 21 de diciembre.

Indudablemente que el recuerdo del Nacimiento del Hijo de Dios, como condición esencial para que la humanidad rectificara su rumbo en aquellos tiempos primitivos, ha perdido su valor, tanto de devocación como de temor, y la sociedad prefiere que estas fiestas se celebren en el marco del consumismo con grandes ingestas de alcohol y de comida y con los testimonios simpáticos de los regalos, relegando a un segundo plano lo que Dios tenía reservado para la humanidad.

El significado del Nacimiento del Hijo de Dios, abrió todo un proceso de transformación humana, cuando Jesús, en su adultez, quiso cumplir lo que ya estaba estipulado, de convertir a la humanidad en una sociedad de amor entre todos, lo cual, indudablemente, no se ha logrado después de dos mil años de esfuerzos. Y que a nombre de defender las tradiciones cristianas se ha asesinado y se han escenificado guerras odiosas, en que el exterminio ha sido la señal más horripilante de una herencia de sangre que mueve a muchos a renegar de la fe cristiana.

Estamos ahora imbuidos, en esta era de la globalización, de un espíritu del gasto superfluo, con un consumismo exagerado, que bien aprovechan los comerciantes e industriales para resarcirse de la poca demanda en los meses restantes del año, de manera que estas cuatro semanas de diciembre significan el período de recuperación.

La situación en este año para los dominicanos es más crítica cuando se ven amenazados por una inflación invisible, que hace poco tiempo estuvo controlada, y que ahora, con las alzas de los combustibles, del transporte y de muchos artículos de consumo, obliga a una pequeña frugalidad entre a los hogares de clase media, que angustiada por un futuro incierto, se resigna a olvidarse del mismo, sumergiéndose en una ingesta de alcohol más elevada que la normal.

Incluso ha sido notable la ausencia de decoraciones navideñas de impacto, como en años anteriores nos tenían acostumbradas una buena parte de las empresas comerciales y bancarias, dejando en esta ocasión desiertas las calles y avenidas, ya de por si a oscuras. Tan solo contadas oficinas gubernamentales han decorado en parte sus fachadas, destacándose la abundancia de luces en el Palacio Nacional que ha decorado bellamente sus fachadas y entornos.

El espíritu navideño se ha perdido. La tendencia marcha aceleradamente en paganizar la fecha, como en los tiempos de las saturnales de los romanos. Hay poco espacio para recordar con devoción un hecho que transformó a la humanidad, que todavía no ha llegado a aceptar el amor al prójimo como la clave para vivir en un paraíso, o hacer de esta vida terrenal algo apreciado y necesario para los vivientes racionales en la Tierra.

Jesús vino en una etapa de la civilización que estaban dadas las condiciones para darle un giro a lo que había sido la vida anterior y de como la mente se iba transformando fruto de los esfuerzos de los griegos y de los romanos, así como de los egipcios que entendían y buscaban algo más trascendental que la Tierra no fuera solo un lugar de trabajar o de atropellar.

Por eso que el mensaje salvífico de Jesús conserva toda su esencia renovadora, en momentos que se le considera que fue nefasto cuando tantas matanzas se produjeron a su nombre; sin embargo, solo las ambiciones de las gentes son responsables de tantas ocurrencias que espantan, y que estaban muy lejos de lo que se quiso dejar a la humanidad para su redención.

Tratemos en estos días de reorganizar nuestras vidas, dejando atrás los egoísmos y ambiciones para darnos cuenta que ésta existencia terrenal tiene cosas maravillosas para disfrutarse si mantenemos las pautas que Jesús nos dejó y que San Pablo supo canalizar por los senderos correctos de una comprensión más asequible a las necesidades humanas.

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