En el salón de conferencias del Colegio Médico Dominicano dictamos la pasada semana una conferencia magistral titulada: ?Las Neurociencias y la Ética?, como parte de las actividades del Comité de Enseñanza de la institución médica. Fui presentado por el Dr. Fernando Fernández, quien muy generosamente se refirió a mi hoja de vida, mil gracias. Hicimos énfasis en los aspectos éticos y morales que debe observar el médico de hoy para el ejercicio honroso de la medicina en la actualidad, donde la modernidad y la tecnología nos obligan a un manejo médico cada vez más complejo en procura de la mejoría de la salud, razón de ser de nuestra profesión. El siglo XXI presenta una serie de retos y perspectivas que se podrían considerar como asombrosas y son cinco o seis los aspectos principales a considerar en ese futuro inmediato: la genética, la biotecnología, la neuroeducación, los trasplantes, las súper-medicinas, las neuroimágenes y la longevidad cerebral. La genética, a partir de los genes se han logrado producir proteínas con valor terapéutico, entre las más prometedoras está el –Factor de crecimiento de las motoneuronas-. La probable eliminación de una serie de enfermedades degenerativas se contempla a través de la terapia genética en la medida que conocemos más nuestro código genético. La biotecnología ha hecho grandes progresos, principalmente en los campos de bioreparación, la nanotecnología y las prótesis cerebrales de las que con grandes aciertos existen hoy de los ojos, y los oídos. Para ejemplo uno: los trabajos del Grupo de Nanotecnología Molecular del Ames Research Center de la NASA que buscan crear robots microscópicos con “inteligencias” y luego ser enviados a nuestro torrente sanguíneo para luchar contra enfermedades, y una de ellas es el envejecimiento. Espero que se logre pronto su viabilidad y pueda estar al alcance de las mayorías.
No hay, ni habrá jamás ciencia capaz de determinar los valores humanos y sería pecar de inaudita soberbia pretender que esta tiene la facultad de hacernos distinguir entre el bien y el mal. El saber científico no es la respuesta a todo. El desarrollo moral, en sentido total, sitúa con su motivación, un propósito colectivo de perfeccionamiento en la conducta de las personas para de manera singular de vida, enriquecer la formación ética colectiva, para en su esencia, quedar en condiciones óptimas para que la sustancia “colectiva-espiritual” anide en la conciencia individual, añadiendo sin embargo las dotes de la relevante calidad humana, regidas por normas éticas, como constitutivas esenciales para enraizar los sentimientos en la nobleza y el bien.
La neuroética, señalando que todo tiene sus orígenes en la evolución de la conciencia del hombre iniciada con el Homo Sapiens. Numerosos han sido los científicos que han tratado el tema de la conciencia, la evolución y la ética en numerosos tratados, producidos para tratar de aclarar el concepto sin que tengamos hasta hoy un “consenso” que nos permita aceptar uno u otro punto de vista. Desde los años sesenta con el grupo de Mario Bunge a la cabeza, argentino que tuvo su gran producción en Canadá, seguido luego por notables neurocientistas como Antonio Damasio, Miguel Llinas y Jhon Eccles, etc., hasta llegar a cuando durante nuestra estancia en Madrid en el 2006, la editorial Paidós presentó la obra de Michel Gazzaniga de California, ?El Cerebro Ético”. Me quedé con mi idea de escribir sobre este mismo tema, imagino le habrá pasado a muchos de los pensadores y científicos de nuestro terruño en cualquiera de las áreas del saber.
Finalmente concluyo manifestando que como bien es sabido la salud es el más preciado de los bienes, por tanto, el ejercicio médico deber seguir siendo un apostolado, los médicos merecemos en nuestro balance cultural, un espacio amplio y digno, una página justa y honradora por siempre procurar nosotros los médicos, ese gran anhelo humano y casi divino, de redimir al hombre de sus esclavitudes morbosas y epidémicas.