Las novelas de Turguéniev: “Nido de nobles”

Las novelas de Turguéniev: “Nido de nobles”

POR LUIS O. BREA FRANCO
La segunda novela de Turguéniev salió publicada tres años después de «Rudin», en 1859. El título no lo eligió el autor, como confesaría años después en carta a su editor inglés: ««Liza» es un título más adecuado que «Nido de nobles», este último no lo elegí yo, sino mi editor ruso».

Los años en que escribió la novela fueron difíciles para la salud del escritor, quien después de una estadía de varios meses en Roma, y de largo viaje por Europa, en 1858 decidió volver a Rusia y establecerse en la ancestral casa familiar en Spasskoe Selo.

En ese período Rusia vivía en un clima de puro fermento intelectual. Todo el mundo esperaba que se introdujeran grandes cambios en la estructura social y que se abrieran perspectivas nuevas a la libertad individual. Los intelectuales, los occidentalistas específicamente, discutían posibles fórmulas para producir la necesaria liberación de los siervos y proceder a su incorporación en los nuevos procesos económicos, con miras a instaurar el capitalismo maquinista en la sociedad rusa.

Sin embargo, las grandes transformaciones en curso, encontraban el Imperio ruso desprovisto de estrategias defensivas para afrontar el caos social que significaría una desvalorización de las creencias y modos de comportamientos tradicionales, enraizados en prácticas  ancestrales.

Las creencias tradicionales reinaban todavía inequívocamente y convivían de manera tranquila y segura entre sí, en el contexto de una complicada arquitectura social de jerarquías, abolengos, valores, comportamientos y prácticas antiguas que regían la totalidad de la vida pública y privada, dominando cada una en su propia esfera, en el marco del universo estático de las tradiciones.

En ese preciso momento, sin que nadie supiera como detener la tremenda corriente de cambios que comenzaba a rugir en cada átomo de vida, empieza a palparse que la contradictoria, pero efectiva unidad del mundo tradicional se disuelve, sin que nuevos valores incontrastables pudiesen ofrecer soluciones a las nuevas, dramáticas condiciones catastróficas en que la vida tenía que asumirse en un mundo, ahora dominado por lo heterogéneo y la contraposición de voces discordantes, que intentaban imponerse con violencia ciega derivada de ardientes pasiones y fanatismo. 

Es en éste clima de tensa y angustiosa espera que Turguéniev se encierra en Spasskoe Selo, su propio «Nido de nobles», y decide no abandonarlo hasta haber concluido la escritura de la obra. Aunque bien dispuesto a realizar el trabajo que tenía por delante, confiesa –en carta a una amiga- que escribe con lentitud: «El impulso juvenil me ha abandonado, ahora escribo con extraordinaria calma».

En diciembre de 1858, Turguéniev convoca a sus amigos a Moscú, para efectuar el ritual que preludiaba la publicación de sus obras, leer a sus íntimos, todos escritores, el manuscrito de la nueva obra y escuchar su valoración. Después de repensar y ponderar las críticas de sus amigos, decidió agregar un nuevo capítulo, el XXXV. Hecho esto, entrega el manuscrito a la revista «El contemporáneo», donde sale en el primer número de 1859.

La novela inmediatamente fue un éxito de público y de crítica –esta última fue unánime al valorar positivamente la obra. El autor escribiría años después: «Fue el mayor éxito de mi vida, desde ese momento me transformé en un escritor famoso, digno de la atención del público».

En la narrativa rusa del siglo XIX, el tema de la relación del propietario con la tierra se despliega como un tema recurrente, algo que podría documentarse si pensamos en la novela «Oblomov», de Goncharov, en las grandes novelas de Tolstoi: «Guerra y Paz» y «Ana Karénina» y en el teatro de Chekhov.

El tema asume en la novela de Turguéniev la categoría de un símbolo del vínculo trascendente, espiritual, que establece una familia noble con la tierra rusa, con el paisaje, con la gente que cultiva la propiedad. La estancia es el lugar donde florecen las propias raíces; es el lugar donde se refugian los miembros de una estirpe cuando todo parece perdido o cuando el mundo impone duras pruebas.

Por ello, en las nuevas circunstancias cambiantes que se vive en Rusia, la nobleza –piensa Turguéniev- debería retomar en las propias manos el lugar donde arraigan las propias fuerzas y debería de nuevo aprender a gestionarla, a administrarla, a hacerla rendir nuevos frutos y a producir, de nuevo, sentido de identidad. En síntesis, el tema central de la novela es el del regreso a las propias raíces, que se teje en paralelo con una historia de amor entre los protagonistas: Lavretsky y Liza.

 Lavretsky es un noble provinciano, torpe, agreste. Es hijo de un noble propietario y de una sierva, y viene educado en la casa solariega según las ideas de los pensadores franceses del siglo XVIII. El padre, occidentalista, pretendía enseñarle a vivir como hombre natural. Crece así de espaldas a la cultura moderna y sólo a la muerte del padre, cuando tiene ya 23 años, decide estudiar y para ello se traslada a  Moscú

Allí conoce a una colegiala: Varvára Pavlovna, joven culta, de buenas maneras, educada y «viva», que sabe percibir el negocio que le pasa por delante: casarse con un joven medio salvaje, pero rico.

Lavretsky se casa, y para complacer a su mujer se establecen en París, donde comienza a estudiar sistemas para la irrigación de los campos, convencido de que con ello podrá ayudar a realizar la necesaria transformación de Rusia.  Empero, pronto descubre que su mujer lo traiciona e indignado regresa a Rusia y se encierra en las tierras ancestrales de sus antepasados.

En la provincia, de visita a parientes, conoce a Liza, de quien se enamora; y ella, cuando llega la noticia que la mujer de Lavretsky ha muerto, decide corresponderle.

La novela retrata a dos personajes con personalidades sumamente fuertes. Liza es un carácter ejemplar, y es, quizás, la mejor lograda figura femenina de Turguéniev. Es una joven idealista, altruista y ascética que considera que sólo puede amar a un solo hombre.

El desenlace de la obra se produce cuando reaparece la mujer de Lavretsky, a quien el protagonista, a solicitud de Liza perdona, reconociendo empero, que ya no puede volver a vivir con ella. Liza, por su lado, asume su destino como un castigo divino y se refugia en la religión, en un convento de clausura.

Es a partir de este destino, que Lavretsky perdida toda esperanza de felicidad personal se vuelve a clarificar sus relaciones con el pueblo y en especial con los campesinos que trabajan sus tierras.

La maestría de Turguéniev en asumir y expresar ideas que le son extrañas se revela cuando define el carácter ideológico de la obra, que se expresa en un irónico debate entre el eslavófilo Lavretsky y su amigo Panshin, que defiende ideas occidentalistas. Si no supiésemos de la adhesión de Turguéniev a las ideas occidentalistas se pensaría que la novela fue escrita por un eslavófilo. Ello habla muy bien de su capacidad de expresar detalladamente, con verosimilitud y calor, ideas que absolutamente no compartía.

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