Las nuevas prioridades

Las nuevas prioridades

El cambio de gobierno del 2004, fruto de la decisión del electorado nacional el 16 de mayo de ese año, estuvo impulsado en gran medida por una ola inflacionaria nunca vista.

Algo que el ciudadano, reducido su poder de compra a lo que pudiera con un devaluado peso, sentía en su estómago y en sus múltiples aspiraciones disminuidas para satisfacer necesidades de vestir, de educar a los hijos, disponer de una vivienda decente, de alguna diversión y contar, incluso, con posibilidades de elevar un poco su nivel de vida.

El negativo panorama de precios altos y divisas caras sufrió importantes modificaciones en el transcurso de unos meses y aun cuando los reajustes de costos de artículos y servicios de primera necesidad son insuficientes, ya la gente está reflejando preocupaciones diferentes a las del cuatrienio precedente.

Lo crucial ya no es tanto el saber lo que cuestan el arroz y el pollo; el aceite y el bacalao. Dese por seguro que lo que muchos dominicanos tienden a preguntarse es ¿cuándo habrá en el país una situación que facilite la obtención de dinero para comprar los bienes más necesarios?

¿Cómo negar que el enfriamiento de la economía, logrado con medidas restrictivas de orden monetario –las que ciertamente estabilizaron en tasa baja al dólar- viene teniendo como la otra cara de la moneda un decrecimiento de actividades productivas y comerciales?

El gobierno, con sus principales voces, reclama el mérito de haber estabilizado el mercado cambiario y el Presidente Leonel Fernández, en particular, dijo en algún momento que había llegado la hora de que la ciudadanía se beneficiara de un dólar bajo, de la misma manera que los generadores de divisas habían estado en gran bonanza por las altas cotizaciones anteriores.

Pero parece que también ha llegado el momento de advertirles a las autoridades que su obligación completa es proteger el poder adquisitivo sin llevarse de encuentro la rentabilidad de los negocios; porque sin buenos niveles de utilidades cobran fuerza los despidos, lo mismo que el cierre de empresas y la congelación salarial.

-II-

Los que dirigen las finanzas públicas y las políticas de Estado pretenden regularmente pintar un panorama favorable a base de cifras frías y globales que podría parecerle aceptables al Fondo Monetario Internacional.

Pero lo que comerciantes, industriales y hasta sectores de la economía informal – con gran presencia en las calles – expresan regularmente en estos días es elocuente y simple: no hay dinero en manos de la gente.

En la base – compuesta por los más necesitados – de esta pirámide de múltiples niveles que es la economía nacional integrada por medios de producción de bienes y servicios y de consumidores finales, lo que se está evidenciando es la desilusión de una sociedad que en su momento reclamaba soluciones urgentes a la crisis iniciada con un desastre bancario, pero que ahora demanda una reactivación de los medios que generan ingresos y que le dan vigor a múltiples áreas económicas.

Está claro que los dominicanos no aspiran a ningún manejo extremo de la soga y que se pretenda alegar más adelante que la única posible salida a la recesión es soltar amarras y volcar pesos a que salgan a desequilibrar de nuevo al país.

Si ahora hay más confianza en el futuro y la mayoría de los indicadores reflejan una mejor tendencia de mercado, el gobierno tiene que estimular inversiones y abrir compuertas al crédito.

Y debe contribuir al uso eficiente y productivo de los recursos financieros, sometiéndose a una austeridad –con la que no ha cumplido- para que se vea que los recursos de los contribuyentes no se dispendian en sueldos de una alta burocracia y proyectos que pueden esperar, sino que se aplican en la búsqueda de soluciones a problemas elementales de las comunidades.

Tienen que existir fórmulas que permitan a quienes administran el Estado conservar la aprobación ciudadana. El momento aconseja que esas fórmulas sean inteligentemente establecidas y aplicadas de inmediato, con los pies en la tierra.

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