La coincidencia en el tiempo de una serie de tecnologías como la inteligencia artificial, el internet de las cosas, la nube, la robótica o la conectividad móvil, entre otras, nos sitúa ante el mayor cambio económico-social, no ya de las últimas décadas sino de los últimos siglos. No se trata de una moda pasajera ni de un fenómeno trivial. Es una verdadera revolución que va a cambiarlo todo: nuestra forma de trabajar, de hacer negocios, de comprar e incluso de relacionarnos. Estos son juicios de Angel Bonet en su obra:»El Tsunami tecnológico (¡y como surfearlo!)».
En este momento fundamental de la evolución del cerebro, nativos e inmigrantes pueden descubrir por igual las herramientas que requieren para hacerse con las riendas de sus vidas y su cerebro, al tiempo que preservan su condición humana y, a la vez, estén al día del último avance tecnológico. No hay necesidad alguna de que nos convirtamos en tecnozombis, como tampoco hay necesidad alguna de que echemos a la basura las computadoras y volvamos a la escritura manual. Lo que nos conviene es ayudar a nuestro cerebro a que se adapte a este entorno tecnológico que no deja de avanzar a mayor velocidady que tenga éxito en tal empeño.
En su libro «Los 10 grandes inventos dela evolución» el bioquímico inglés Nick Lane comparaba la naturaleza a una gigantesca máquina generadora de patentes. Y no es para menos: la vida, la célula, la fotosíntesis, la molécula, la genética, la visión, el sexo, el movimiento y la conciencia personal son solo algunas de sus más audaces y novedosas creaciones. Pero lo superior es nuestro cerebro, de unos 1,400 gramos, se halla perfectamente colocado en el cráneo, y es una compleja masa de tejido formado por una aglomeración de unos cien mil millones de células donde su capa exterior, la corteza, es la sustancia gris con la que pensamos. Esas conexiones neuronales se suponen que alcanza a mil billones.
Veamos en mi campo, la medicina ¿cuál será el futuro? Será cada vez más de ura inteligencia artificial. Se dotará de inteligencia a los sistemas sanitarios de un país, lo que hará que sobren muchos médicos que ahora se limitan a escuchar un listado de síntomas, mirar un vademécum y recetar el tratamiento correspondiente. Eso lo podrá hacer, incluso más rápido, mejor y sin moverse de su casa, la computadora. El nivel educativo para competir con las computadoras y la Inteligencia artificial es simplementedemasiado alto. No podremos competir ni en memoria ni en capacidad de cálculo o manejo. El futuro requerirá más bien la capacidad de ser altamentecreativos y emocionalmenteinteligentes. Ahí estánuestrodesafío actual: enfocar la educación hacia ese tipo de inteligencia y hacia la creatividad, habilidades que, desgraciadamente, no se enseñan losuficiente en las escuelas y universidades.
Nuestro entorno ha cambiado radicalmente en las últimas décadas y lo hará todavía más en las dos o tres siguientes. El tsunami tecnológico ya está aquí y nos abre un mundo de infinitas posibilidades, pero también de riesgos y amenazas. Si lo ignoramosnos arrastrará, si lo surfeamos, puede ser una enorme oportunidad para todos, como individuos, como ciudadanos y, en conjunto, como humanidad.