Las observaciones

Las observaciones

Hoy, en la Cámara de Diputados se decidirá si las observaciones del Poder Ejecutivo al Código Penal en los artículos que tocan el aborto son aprobadas o rechazadas. El debate ha sido más que álgido. La sociedad apoya al Presidente en más de un 60%, porque de lo que se trata es de no penalizar casos excepcionales, dejando penalizado el aborto por decisión. Quizá vale la pena hacer un ejercicio para entender de qué hablamos.

Si se aprueba la observación del Presidente, que sería lo lógico, en el caso de embarazo como agresión cierta a la vida de la madre, explícitamente tiene que constar que no puede haber penalidad posible. El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la moralidad. Es, por tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida que tiene la madre, cuando la ciencia establezca que tal es el caso.

Creo que es moralmente correcto, creamos en Dios o no, respetar la dignidad humana hasta el límite de cada célula de nuestro cuerpo, por lo que entender el comienzo de la vida humana, aunque no sea un concepto científico, habla de nuestro deseo como sociedad de dignificarnos como seres humanos.

Así, es de acuerdos mínimos que el aborto quede penalizado cuando lo que media es mera elección pero, tal como establecen las observaciones del Poder Ejecutivo, quede despenalizado en casos extremos.

Siendo así el Ejecutivo salva el espíritu del legislador, y el concepto de dignificar la vida humana, por incipiente que sea queda salvaguardado, pues la legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave.

Hay que reconocer que no queda zanjado el debate filosófico, religioso y moral… pero es un mínimo que nos permita definirnos como civilización sin sentir que se viola ninguna ley objetiva, ni ningún principio religioso, ni moral.

Es algo fuera de cuestionamiento que la gente tiene derecho a su fe, creencias y opinión religiosas. Es igualmente claro que la mayoría de los dominicanos profesan una religión cristiana, católica o de otras denominaciones.

Y es claro, para mí, que la religión (incluso para los no creyentes) tiene algo que decirnos y que deberíamos escuchar, especialmente en el orden moral, incluido en este muy difícil tema de la interrupción del embarazo.

Sin embargo, es más que claro que no es en la doctrina dónde librepensadores y religiosos nos podemos poner de acuerdo. En nuestro país el respeto a la dignidad de la vida es un elemento común a todas las denominaciones. Lo que debatimos es la excepción por causas extremas.

Aún sin ponernos de acuerdo en todo, hay que reconocer que despenalizar no es permitir, ni prohijar, ni fomentar. En el caso contrario, penalizar a la mujer sometida a situaciones de salud graves, embarazos por incesto o violación, no nos hace precisamente una sociedad piadosa. En cambio, al aprobar las observaciones, las iglesias no tienen que renunciar, ni deben, a su labor evangelizadora para acompañar a la mujer creyente, cuando se encuentre en trances extremos.

 

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