Las ofertas de papeles importantes eran limitadas

Las ofertas de papeles importantes eran limitadas

NUEVA YORK, dpa. Ronald Reagan tenía organizada desde hace años la puesta en escena de su último gran papel. Con la capilla ardiente pública en Washington, este miércoles se cumple el último deseo del ex actor y ex presidente para que decenas de miles de personas puedan darle un último adiós. La ceremonia se adapta perfectamente a un hombre cuyo papel más creíble y exitoso en la vida fue el de presidente.

En la Casa Blanca, Reagan “demostró que era un actor mucho mejor de lo que todos hubiesen esperado”, asegura el historiador de cine Leonard Maltin.

Hollywood sigue preguntándose si Reagan se hubiera convertido en político de no ser porque la industria le negó grandes papeles de ensueño. Por ejemplo, el de Rick en “Casablanca” habría dado quizás una marca distinta a la vida del republicano, pero el encargado de encarnarlo fue Humphrey Bogart y no él.

El dramaturgo liberal de izquierda Gore Vidal lamentó haber hecho en 1964 a Henry Fonda la estrella de su película “El candidato” y no a Reagan, a quien consideró poco convincente como aspirante a la jefatura de Estado. “Ojalá lo hubiese elegido. Entonces su apetito por la Presidencia quizás se hubiera saciado y nos habría evitado muchas cosas”. En vez de eso, Reagan obtuvo el mismo año su único papel de villano en “The Killers”, una adaptación de Don Siegel de la obra de Hemingway. Después de ello se retiró de las películas y usó la experiencia política que había reunido desde 1947 durante más de seis años al frente del sindicato de actores estadounidenses.

Fue en esa época, según cuenta Reagan en su autobiografía, en que pasó de posiciones más liberales a las conservadoras. Ayudó de forma activa a la comisión MacCarthy a combatir todo lo que él consideraba que podía transformar la fábrica de sueños americana en “una base de propaganda para el marxismo”. Pese a ello, no fue uno de los que se dedicó a dar los nombres de colegas sospechosos.

Algunas actuaciones

Como actor, Reagan se ganó la imagen con una decena de papeles, del compañero recto, honesto y a la vez con sentido del humor, algo que usó luego en su campaña. También le sirvió mucho como presidente su capacidad de aprenderse rápido los textos e interpretarlos de manera convincente, según el historiador del cine David Thompson.

“Reagan no necesitaba hacerse pasar por otra persona”, aseguró en cambio quien fuera durante muchos años su secretario de Defensa, Caspar Weinberger. Como presidente siempre fue él mismo, añadió. “No había diferencias entre el hombre público y el privado”.

Eso no impidió, sin embargo, al político dar muestras una y otra vez de su talento para la improvisación. En 1984 generó a causa de ello una ola de indignación mundial, cuando en la prueba de unos micrófonos antes de una presentación televisiva aseguró muy serio: “Queridos compatriotas americanos: me alegra poder decirles que he firmado una ley que declara a Rusia libre para siempre. En cinco minutos empezamos con el bombardeo”.

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