Las ovejas río abajo

Las ovejas río abajo

Desde que hay “intereses de por medio”, surgen argumentos insólitos en boca de quien menos lo esperas. Un buen amigo, empresario de agudísima inteligencia, me contó la historia de un terrateniente que discutía con otro el control del uso del río que atravesaba las propiedades de ambos. Uno de ellos afirmaba que su vecino, al bañar las ovejas aguas abajo, esparcía la contaminación aguas arriba, precisamente, frente a las tierras de su propiedad. Esa “agua sucia” él no podría usarla para regadío de sus hortalizas. Y amenazó a su vecino con querellarse ante las autoridades de conservación del medio ambiente.

Un abogado picapleitos del municipio más próximo a la finca declaró en un bar: a este tipo de las ovejas hay que apersogarlo hasta que venda la tierra y el ganado. Mi cliente redondeará su predio y será dueño del río completo; así podrá ampliar la siembra y exportar vegetales. Esta historia, “cambiando lo que hay que cambiar”, es la misma en todos los países y se repite en diversos sectores de la actividad mercantil. Cada quien canta su canción o toca su bocina, con el propósito de arrimar la brasa a su sardina. Abogados, periodistas, políticos, seguramente, conocen casos parecidos al de las ovejas que eran bañadas río abajo.

Pero la política es el campo donde más abundan los argumentos especiosos y arrastrados por los pelos. El tema de las relaciones dominico-haitianas se ha prestado a ciertas “posiciones” muy retorcidas. Hay personas que sostienen que mientras mayor cantidad de emigrantes haitianos entren a la RD, mejor para la economía de nuestro país. Esos trabajadores contribuirán a “incrementar” el producto interno bruto. Nadie explica cómo varios millones de pobres extranjeros no harán aumentar la pobreza del país receptor.

Tampoco nadie explica quienes serán los líderes de esos emigrantes de otra cultura distinta de la dominicana. Los efectos políticos, educativos, laborales, de salubridad, resultantes de esa “mudanza” masiva, no han sido previstos por nuestros sociólogos y economistas. Ninguno de ellos ha dicho, como es frecuente oír sobre otros temas: “hagamos un ejercicio” de imaginación, un “cálculo para anticipar o proyectar los efectos a mediano plazo”. ¿Podrían las ovejas bañarse lo mismo río arriba que río abajo?

 

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