Las ovejas twiteadas

Las ovejas twiteadas

A veces imagino unos niños de primer grado, frente a una pizarra, leyendo: “la vaca muge, el caballo relincha, el perro ladra, el hombre “twitea”. Después imagino otras aulas, de estudiantes mayores, con profesores empeñados en añadir definiciones inútiles a la preceptiva literaria: “el “tweet” es más extenso que la interjección pero más breve que el versillo bíblico”. El Papa Benedicto XVI “twiteó” muchas veces antes de reflexionar sobre el valor religioso del renunciamiento; el Presidente Obama “twitea” a menudo cuando sale de las reuniones con jefes de Estado. Lo hacía el fallecido Presidente venezolano Hugo Chávez; y lo hacen los artistas “pops”. Desde el más grande hasta el más chiquito, todos “twitean” continuamente.

Líderes religiosos, políticos, cívicos, periodísticos, intentan reunir las ovejas dispersas mediante el ladrido tecnológico del “tweet”. En nuestra época es muy difícil congregar multitudes en una plaza para un “meeting” político. ¿Cómo llamar la atención de unas ovejas que toman Coca-cola y fuman mariguana? Por la escotilla pequeña del teléfono móvil entramos al sumidero del mundo; lo vemos todo, lo sabemos todo… pero quedamos estacionados a la orilla del dolor. No nos lastiman las muertes provocadas por los terroristas, los desastres de Siria, Irak, Ucrania. Los sufrimientos de kurdos y magrebíes quedan circunscritos a la diminuta pantalla. El “twitido” del líder es como el ladrido de un perro de pastor.

Las ovejas de nuestro tiempo no son dóciles; se resisten a formar rebaños. Son ovejas sueltas, criadas en completa libertad, que esperan un “twitido” ciber-espacial que les indique “el camino de la redención”, el de la comida segura, la pensión garantizada, la diversión prolongada, el trabajo cómodo. Federico García Lorca escribió en la “La casada infiel” versos memorables: “se apagaron los faroles/ y se encendieron los grillos”. Después de mencionar “el almidón de su enagua”, dice: “y un horizonte de perros/ladra muy lejos del río”.

Cuando se enciende un ordenador y se accede a las redes sociales, empiezan a oírse los grillos; se escucha el zumbido del universo, el reclamo de la colmena que pide ser orientada por algún pastor. Un “horizonte de perros” parece ladrar en las “carreteras cibernéticas”. Son muchos los hombres pendientes del “twitido” mesiánico de los líderes.

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