Las palabras y los hechos

Las palabras y los hechos

Este mes de abril, con motivo de la Semana Santa y la campaña para las próximas elecciones  congresuales y municipales, ha sido pródigo en discursos, declaraciones y sermones acerca de la miseria, las desigualdades y la corrupción y la inseguridad  en que se debate la sociedad dominicana de hoy.  Unas son sinceras, otras meramente oportunistas y casi todas anodinas en la práctica, por no señalar ni las causas reales ni los posibles remedios a una situación que está condenando al pueblo dominicano y a sus recursos naturales a un futuro degradante, sin posibilidades de recuperación.

Y es que tanto la política como la actividad privada dominicanas de los últimos años, con algunas honrosas excepciones, no han sido más que un mero reparto de privilegios entre las élites de poder, que ha ido estrechando cada vez más las posibilidades de reivindicación del pueblo de la pobreza y el envilecimiento colectivo.

Porque mientras no hay dinero para educación, salud y viviendas decentes para nuestras grandes masas; mientras se cuadruplican los impuestos, se triplica nuestra deuda pública, y corren los millones de dólares y pesos para contratos leoninos, concesiones “graciosas”, y se crean miles de empleos inútiles y onerosos puestos diplomáticos supernumerarios por doquier.

Porque mientras la criminalidad, el agiotismo y la  falta de asistencia técnica ahogan a los trabajadores y demás sectores productivos de la nación, una mafia nacional e internacional, con perfecta impunidad y protección oficial, gracias a sus socios locales, convierte al país en tierra de nadie, sumida en los vicios, la pobreza y el desempleo a la vista de todos.

Es hora ya de que los dominicanos del presente señalemos claramente los responsables de tantos desafueros y dejemos de ser sepulcros blanqueados, para que rescatemos el futuro de las nuevas generaciones, sacando del poder a quienes no pueden justificar su fortuna y sus privilegios irritantes mientras el país carece de todo, se dilapidan sus recursos naturales y no se prepara intelectualmente a los jóvenes para enfrentar los nuevos tiempos.

Es hora ya de acabar con la anomia y el suicidio  como pueblo a que estamos sometidos.  Aprovechemos las elecciones congresuales y municipales para dar un primer paso.

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