Las palomas que comen fósiles

Las palomas que comen fósiles

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Un fenómeno posiblemente único en la República Dominicana, relacionado con los hábitos alimenticios de las palomas, se presenta en una zona muy particular de la provincia Valverde: la furnia del río Gurabo, una depresión tipo desfiladero o cañón donde se aprecian como en un libro abierto los grandes depósitos marinos de la formación geológica Gurabo, colocados capa tras capa durante la formación de esa parte de la Isla de Santo Domingo, y fechados como del Mioceno medio (entre 16 y 10 millones de años).

El extraño hábito de la paloma morada (Columba squamosa), de volar cerca de 60 kilómetros desde la Cordillera Central hasta la furnia del río Gurabo, había sido observada por grupos de cazadores desde hace decenas de años, cuando las bandadas de palomas moradas se componían por miles y llegaban en aérea arribada durante los meses de mayo, junio y julio hasta los conglomerados de fósiles en el interior de la Furnia del río Gurabo para escarbar y comer sus componentes.

Sin una explicación definida aún, la paloma morada todavía realiza este viaje en la misma época para comer de las capas fosilizadas, pero ahora en tan pocos ejemplares que se le considera una de nuestras aves en vías de extinción.

El drástico descenso de su población, y la degradación del bosque exterior e interior de la furnia del río Gurabo, motivaron en Fernando A. León gestionar ante la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales su declaración como «área protegida, refugio de vida silvestre».

Hasta ahora -salvo algún trabajo ornitológico que desconozcamos-

este hábito de la Columba squamosa solamente ha sido observado en el área protegida indicada, por lo que puede decirse que la decisión de proteger la furnia del río Gurabo, más la prohibición estricta y permanente de la cacería en el perímetro de protección, salva la paloma morada de una extinción que le llegaba a pasos agigantados.

Pero la declaración de protección de la Furnia del río Gurabo de Mao no solamente protege la existencia de la paloma morada (también conocida como turquesa), sino que además, con la protección de la parte boscosa, se evita que la erosión eólica degrade las paredes del desfiladero.

En el régimen de alimentación de la paloma morada es de frutas, hojas y caracoles. La desaparición de los bosques atenta también contra su existencia. Siendo endémica del Caribe, la paloma morada ha desaparecido en algunas de las islas del Caribe como consecuencia del exceso de caza.

Su inclinación por comer caracoles, y en el caso específico de la República Dominicana, su hábito de comer los fósiles de la Furnia del río Gurabo, puede estar asociado a su necesidad de ingerir calcio luego de la anidada, la que ocurre mayormente durante el mes de marzo. Es posible que la pérdida del calcio empleado en los huevos, le cree una demanda de este mineral. Por ello lo buscan entre mayo, junio y julio. Pero igualmente puede tratarse de la búsqueda de otras sales minerales, las que pueden saborearse en alta cantidad entre los finos derrubios provocados por la actividad de la paloma morada.

La Furnia del río Gurabo

El 5 de marzo del año pasado, 2004, la Furnia del río Gurabo, en Mao, fue declarada como «área protegida, refugio de vida silvestre y patrimonio natural de la nación», protección establecida mediante la Ley No. 121-04.

Se localiza esta área protegida en la sección Los Quemados, al suroeste de Mao, de la provincia Valverde. Con una extensión de 25 kilómetros cuadrados, se levantan a su alrededor cerros con elevaciones entre 60 y 250 sobre el nivel del mar. Unos 8 kilómetros del río Gurabo serpentean en el interior de la furnia.

Entre la flora existente, reducida al interior de la depresión, se encuentran la ceiba, el «tabacuelo de vaca», la clavellina, el «palo de burra», la mara, el caimito, el copey, el «palo de campeche» y el pino macho o de teta.

Algunas plantas pertenecientes al bosque seco también se encuentran en la furnia: cambrón, almácigo, guácima y guaconejo, así como arbustos: maguey, (el muy temido) guao, alhelí, serrasuela y el tabacuelo morado.

Puede decirse que entre la existencia del Gurabo y el borde de la depresión se distinguen tres tipos de vegetación: hierbas y arbustos de zona inundable, un estrato de bosque húmedo, y una zona de bosque seco representado por cáctus y árboles espinosos.

Cuando se camina por el interior de la furnia se siente la presencia del bosque animado por el discurrir del río. Pero cuando se abandona la depresión para salir al exterior, se comprende la necesidad de su protección al percatarse uno de la abrupta desaparición del bosque de la zona llana, cubierta ahora por gramas y yerbazales para el uso del ganado vacuno.

La fauna y la furnia

Furnia, en el argot espeleológico, equivale a la descripción de una cavidad vertical, en la que la fauna se limita al paso veloz de los murciélagos y a la presencia de algunos insectos de hábitat parietal y de grietas.

Sin embargo, refiriéndonos al área protegida de Mao, la fauna que habita y frecuenta la furnia está compuesta -aparte de la paloma morada- por aves como la cigua palmera, la cotorra, el zumbador, la garza ganadera, la cuyaya, la tórtola, la perdiz y la rolita. Otra ave, poco conocida en el país y que habita este sitio, es «la perdía» (Geotrygon chrysia).

En una amplia grieta de aproximadamente 20 metros de extensión, abierta como consecuencia de un desprendimiento ocurrido en ese punto en la pared norte del desfiladero, habita una población de murciélagos compuesta por unos cien individuos. Por su apariencia y por los restos observados en el suelo suponemos que pertenecen al grupo de murciélagos insectívoros.

Entre los insectos habitantes del interior de la Furnia se destaca la abeja (Apis melífera), indicadora de una relativa abundancia de flores para la producción de miel, pudiendo observarse en las altas paredes del desfiladero grandes colmenas que en ocasiones caen en pedazos como consecuencia del peso generado por su crecimiento.

Más que hábitat para estos y muchos otros animales (vertebrados e invertebrados), la Furnia del río Gurabo es prácticamente un refugio donde su fauna resiste la embestida destructiva que se realiza en el exterior.

A la eliminación del bosque, a la tala y quema de áreas otrora cubiertas de alta vegetación, se le ha escapado este lugar para quedar como una especie de muestrario donde la vida lucha por permanecer, por sobrevivir a un estilo de vida que ha ido eliminando rápidamente grandes ecosistemas que una vez se pensaron inexpugnables e inacabables en sus recursos.

De coto de caza a zona de protección absoluta

La idea de declarar este antiguo coto de caza de la paloma morada como refugio de vida silvestre la tuvo don Fernando A. León, quien la comunicó a la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales a principios del 2004, y ya para marzo de ese mismo año se habían realizado las evaluaciones técnicas que permitieron su declaración como parte del Sistema de Areas Protegidas de la República Dominicana.

Durante decenas de años, la Furnia del río Gurabo había sido escenario rico para la cacería de la paloma morada. Por su abundancia y concentración en esa zona se mataban en vuelo por miles aprovechando su despreocupada llegada.

La demanda biológica de los minerales de origen orgánico que necesita su organismo, encontrados en abundancia entre los estratos de millones de años dejados por la actividad marina durante la formación del Cibao, obligaban a la entonces enorme población de Columba squamata a desplazarse desde sus zonas de anidamiento en las altas montañas de la Cordillera Central hasta la Furnia, para encontrar la muerte.

La caza indiscriminada de esta paloma redujo casi a la extinción su presencia en el país, siendo la Furnia el sitio de caza donde mayores daños se le infrigieron a esta arisca y ahora rara especie.

Por otro lado, con la creación del área protegida Furnia del río Gurabo, se presenta a la población interesada en el conocimiento de nuestra naturaleza una alternativa especial para dos viajes igualmente interesantes: un viaje al pasado geológico del Cibao, y un viaje al pasado ecológico casi en extinción de esta región.

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