Pueden ser un gran atractivo para los ocasionales visitantes a los parques citadinos, lugares a los que  las palomas les gusta mucho visitar. Pero para quienes las tienen más cerca, en los alrededores de su hogar, las palomas pueden llegar a ser un verdadero dolor de cabeza.  Además de los daños a las estructuras de edificios, la suciedad y el mal olor de sus desechos, éstas -al igual que otras aves- son potenciales transmisoras de enfermedades.

Y aunque no es un problema de preocupación sanitaria en el país, por la poca incidencia de casos, siempre es bueno conocer y prevenirse de las fuentes de enfermedades.

Las palomas, así como muchas otras aves, son  portadoras de diferentes organismos que viven en ellas sin hacerles daño y que  eliminan en   las excretas. He aquí el peligro.

Según explica Luis Emilio Feliz Roa, director general de Salud Ambiental, las concentraciones de palomas en la ciudad provoca la acumulación de grandes cantidades de excretas, y junto a éstas,  una serie de microorganismos que  ellas portan.    Feliz Roa añade que las aves portan alrededor de 50 bacterias distintas, aunque  no todas son patógenas al hombre. Las más comunes suelen ser bacterias como la salmonella y clamidia.   Estas bacterias, especialmente la salmonella, pueden llegar al hombre a través de agua contaminada.   No obstante, aclara que la incidencia de estas infecciones por la cercanía con palomas es sumamente baja.   Lo importante, en todo caso, es mantenerse a distancia de sus deposiciones y lavar bien las manos luego de tener contacto con éstas u otras aves.

Investigación

Según un estudio realizado en España,  hay ciertos patógenos que prevalecen en las palomas de la ciudad. Al analizar varias muestras de aves en Madrid, se concluyó que la prevalencia de las bacterias Chlamydophila psittaci y Campylobacter jejuni,  potencialmente dañinas para los humanos, es más alta en las palomas de la ciudad, causantes de diarrea, aguda, conjuntivitis, sinusitis, neumonías y otros trastornos inflamatorios más graves.