Son frecuentes las quejas de comerciantes e intelectuales acerca de las oscilaciones aparentemente caprichosas y bloqueos de mercancías dominicanas en rutas con Haití.
Es cierto que pueden ser consideradas acciones inamistosas las suspensiones unilaterales de transacciones entre habitantes de los dos países, con perjuicios económicos a sectores ; pero en esencia se trata de una decisión soberana de cada país, la que puede obedecer a legítimos intereses del Gobierno que lo hace, o de un sector.
Los dominicanos tenemos la tendencia a criminalizar toda alteración del tráfico libre de productos hacia Haití sin pago de impuestos, sin tener en cuenta el perjuicio que ello puede suponer para el fisco de un país, altamente deficitario para satisfacer necesidades materiales y culturales.
Sin duda las importaciones que llegan por mar o por aire, dan trabajo y pagan impuestos; lo que no se produce fácilmente con el mercado transfronterizo. Incluso grandes empresarios dominicanos se lucran de ese mercado, vendiendo al por mayor y al detalle en dicho tráfico, que ahora afecta a 23 productos; pero en la medida que el vecino país se pueda recuperar económicamente, es posible que se impida el comercio libre de otros artículos que Haití entienda perjudican a sus productores e inversionistas, aunque estén errados y perjudiquen a su población y sin tener en cuenta la inmigración al país.
También es parte de la realidad fronteriza que en el tráfico de personas y productos se beneficien ilegítimamente autoridades civiles y militares dominicanas y haitianas; lo que debe frenarse
No hay que olvidar que a fines del siglo XIX, el presidente Ignacio M. González acordó con el Gobierno haitiano que pagara al dominicano una indemnización anual por este comercio, que entonces era favorable al haitiano, e incluso el Gobierno provisional de Gregorio Luperón tuvo que presionar para lograr pagos vencidos
Lo que procede es establecer verdaderos controles fronterizos de inmigración y de aduanas, para formalizar ese comercio, si es posible con un tratado de libre comercio, aunque manteniendo el mercado bilateral solo para compras de uso personal de los vecinos o poco más, haciendo las inversiones de infraestructura indispensables para esos fines, con ayuda internacional.
En lugar de hacer demagogia nacionalista y agitar el antihaitianismo con el comercio interfronterizo con “operativos”, se deben controlar las inmigraciones masivas de extranjeros y organizar el comercio fronterizo de manera racional y equitativa, sin ínfulas cuasi colonialistas, tal como hacen grupos interesados y periodistas despistados…