Lo que debemos tener presente: el precio del petróleo es un juego de suma cero. Cuando está caro, los consumidores transfieren recursos a los productores, lo contrario sucede cuando está deprimido. Los que se benefician lo hacen a costa de los que pierden; es decir, la ganancia neta de los primeros equivale a pérdida neta de los segundos.
Los números dicen que estuvimos entre los ganadores en 2015. Consumimos 159 mil barriles al día, no producimos nada, y pagamos un precio medio de 43.58 dólares. Como un año antes el costo promedió 74.06 dólares, significa que los productores nos transfirieron recursos a través del menor precio que pagamos. Gastamos $4.9 millones dólares menos al día, se redujo la factura petrolera en $2,785,017 millones de dólares y la transferencia del gobierno al sector eléctrico en unos doce mil millones de pesos (26%), aunque la inflación subió 0.76 puntos porcentuales por el aumento de la demanda.
El Banco Mundial y el FMI tienen establecido que, caída de precio del petróleo en 10 dólares, transfiere 0.5% del PIB de productores a consumidores. Como la caída fue cuatro veces (41%) más, de dos puntos porcentuales fue la contribución directa e indirecta (el consumo aumentó 11%) que tuvo en el crecimiento (7%) de nuestro PIB en 2015.
Impacto que no se repite en 2016. Como nadie sabe decir cuándo y a qué precio se reequilibrará el mercado, para los números que siguen me apoyo en los expertos, dicen que se estabilizará en 50 dólares, considerado el precio de equilibrio para bombeo con vieja tecnología y “productores fracking”. A ese precio y con mayor consumo, tendríamos desahorro de divisas, porque mayor sería el déficit en la cuenta corriente. También negativo sería el impacto en las finanzas públicas, el gobierno tendría que aumentar la transferencia al sector eléctrico, el petróleo lo presupuestó con un menor costo (46 dólares).
En cuanto a los precios internos, tiene fundamento lo que espera el Banco Central, que la presión inflacionista será mayor, prevé que convergerá al rango inferior de la meta de 4%±1% a final de 2016; es decir, por encima del 2.34% de 2015.
Lo siguiente como mensaje final. Si el petróleo se encarece más de 50 dólares, mayores serán las pérdidas de divisas y por transferencias al sector eléctrico. Para evitar sorpresas, debe ser referente lo que nos cuenta la historia sobre el violento aumento de precio en los ochenta, que originó grandes desequilibrios macro-económicos. El petróleo aumentó 178% de 1976 a 1984, de 11.31 a 31.40 dólares. Lo pagamos a 16 dólares a final de 1989, un 42% más que 1976. Para corregir los desequilibrios, al inicio de los noventa se implementó la reforma fiscal más completa que hemos tenido desde la Tercera República en 1924; lo dicen los números de la década, el crecimiento anual (22%) de los ingresos fiscales duplicó la expansión (10%) real del PIB y la del ingreso per cápita (11%) en dólares.
La lectura es que debería declararse prioritaria la reforma fiscal e iniciar los trabajos a final de agosto, con la idea de incorporar los resultados en el presupuesto público de 2017. Recordemos, el juego del petróleo es de suma cero.