Quico Tabar escribió en un artículo reciente sobre los problemas que tienen los partidos con los muchos aspirantes a cargos públicos, explicando la diferencia de entre los que están en los que él llama “los de la fila” y “los de la lista”, esto es, que para ser precandidato hay conflictos entre unos y otros, ya que siendo los de la lista miembros antiguos y meritorios que han esperado disciplinadamente su oportunidad, mientras los que están en las listas vienen de fuera del partido y aunque no siempre sean simples oportunistas, los de la fila no les conocen o reconocen méritos algunos.
Pero dentro de las presentes lides la dificultad mayor puede ser para todos los que no están en lista alguna.
Como las cosas en el plano presidencial parecen estar, al menos por el momento, muy a favor del partido oficial, los miles y miles de individuos “dame-lo-mío” que hay dentro y fuera de los partidos han tomado, al parecer, la ruta hacia las colas de “busca-vidas” que conducen hacia el partido oficial.
Anteriormente esta procesión no era tan extensa, ni las ofertas del gobierno eran tan amplias y diversas; por la otra parte, los partidos de oposición regularmente daban señales esperanzadoras, de que con alguna suerte podían llegar al poder en los comicios venideros.
Así las cosas, los aspirantes a botellas o canonjías, y más aún aquellos que aspiraban a recibir una contratica, un favorcito, o les llegara, aunque fuese una canasta de navidad, era, en elecciones pasadas, un número mucho menor de personas.
Ocurría entonces, que todas esas gentes necesitadas, aventureras o vividores de profesión se repartían en las colas de los que buscaban su oportunidad en los diferentes partidos. Contrariamente, ahora pareciera que solamente tienen al partido oficial y al gobierno para acudir en pos de lo suyo.
Por lo cual, tanta gente difícilmente quepa en ese barco. Eso puede ser bueno o puede ser malo para el clientelismo oficialista, puesto que las arcas del Estado ya no pueden con más carga en ninguno de los programas de ayuda, y la campaña tampoco va a reunir tanto dinero para tantas gentes y tantas situaciones definitivamente exigentes y costosas.
La peor parte posiblemente sea la de los habitantes de comunidades poco visibles, poco numerosas, distanciadas de la civilización, y la de los individuos simplemente carentes de beligerancia o significación política.
Que actualmente pueden ser cerca de un tercio del país: pobres, muy pobres o de clase media empobrecida. Esas gentes no tendrían quien las averigüe ni les haga caso.
Carreteras en estado de destrucción, puentes desvencijados, acueductos quedados a medio construir, y tantas otras obras y promesas que tendrán seguramente que hacer fila para las elecciones del 2020.
A menos que el presidente-candidato cree un Departamento de Asuntos Inconclusos, o de ayuda a los sin significancia. Acaso luego que sea disuelta OISOE, o simplemente se tome cualquiera de las entelequias que hay en el transporte o cualquier departamento-sin-oficio o Dirección-General-Sin-Cartera, para así dedicarlos a los desamparados de la política.