Las peripecias del viajero moderno

Las peripecias del viajero moderno

AMPARO CHANTADA
En los tiempos actuales, los turistas no pueden ser sencillos asalariados en vacaciones, sin preocupaciones. Deben ser, gracias a la mundializacion de las catástrofes, informados y más cultos y haber asimilado algunos de esos términos científicos que la mediatización nos hizo familiares como tsunami, placas, sismos, subducción, El Niño, para saber dosificar los riesgos que corren en pleno ocio. ¿A donde ir con seguridad de vacaciones? Y seriamente llegué después de varias disquisiciones a una simple conclusión.

Antes de salir de casa, hoy día, es imprescindible saber dónde están los «frentes fríos’ para que no nos agüen las fiestas; se debe saber, en septiembre, por dónde corren los ciclones y los monzones que las pantallas siguen en su recorrido atlántico o índico; esto para no quedar varado varios días en una habitación o arriba de un árbol. Pero peor aún, ya no hay excusas para no saber ubicar los límites de esas famosas placas tectónicas tan peligrosas, que se mueven bajo nuestros pies, sin consideración de raza o de poderío militar. También debemos poder ubicar esas fosas marinas tan activas y las zonas volcánicas sin errar, so pena de conocer sustos inolvidables. Ni hablar de las pandemias que amenazan Asia y África y que pueden propagarse con cualquier viajero desprevenido, ni mencionar la inseguridad creada por las guerrillas que se extienden y que nos tienen vedadas regiones enteras de Colombia, Ecuador y Perú o ciudades como Medellín y Cali. Resulta ahora que en Brasil las nuevas formas de delincuencia caracterizan ciudades: Manaus esta en manos de los terratenientes anti ecologistas, Río en manos de pandillas secuestradoras de las madres de las nuevas estrellas del football, San Paulo en manos de unas pandillas policiales descontroladas y vengativas. La globalización, las comunicaciones y la información han hecho que nuestras vacaciones sean una especie de examen de nivel de nuestros conocimientos, de nuestra actualización noticiosa y un sorteo de la suerte.

Nuevas formas de delincuencia emergen cada día, como los secuestros de las guerrillas que por un día o dos retienen rehenes diarios contra un puño de chavos. Las bellas cordilleras de Colombia y Ecuador son terrenos privados de la guerrilla y del narco, que hubieran secuestrado a Humboldt y Bonpland en ese viaje científico sin contemplación.

Pero si nos da por visitar América Central, que no sea en junio por los ciclones, entonces debemos recordar que la Placa Coco se mueve como ese fruto en las palmeras y que los volcanes en la zona son todos activos y amenazantes. Por América del Norte, pensar antes de entrar en San Francisco y Los Ángeles que su falla de San Andrés es la prueba de que las placas Pacífica y América se rozan y cada una en sentido contrario, lo que provoca de vez en cuando el pánico y el terror en una población catalogada como generosa y privilegiada si no despreocupada.

Pero si no se puede ir tranquilo en esa zona, tampoco se puede ir al Japón sin estar consciente de las probabilidades de temblores y tsunamis permanentemente. Entonces, pensarán, nos queda Europa, la vieja y la segura. Bueno, en el Sur, privilegiado por el clima, se exhiben el Vesubio y el Etna, con sus humos, que no son del cónclave romano. Esos volcanes son activos porque la placa Africa empuja la placa Eurasia; entonces ni Argelia, ni Marruecos, ni Grecia ni Turquía ni Irán, nada por Libano ni Israel, entonces a dónde ir sin riesgos … Pues a donde la Tierra no se mueva, como en Canadá, Siberia, el centro de Brasil, Congo, Australia, pero si no es el frío, es el idioma, si no es el calor árido, es el clima ecuatorial, si no son los insectos, son las epidemias o las luchas tribales. Podría ser en Europa, pero el euro y los europeos tan simpáticos… ni viajar a Asia, donde la gripe aviaria es endémica; ni África, donde el Sida azota y la hambruna diezma como en el Darfour; ni Ruanda. ni Sudan, ni Togo ni Costa de Marfil… el mundo parece difícil, quizás los mares y océanos sean los lugares mas seguros en estos momentos, sin corsarios ni capitanes temerarios en las rutas marítimas y nos ofrecen estadías de película con lujo sin freno en cruceros sin riesgo.

Y en mi país, pues si voy para el Este, si es de Mayo a Septiembre debo seguir la ruta de los ciclones, que tienen impactos muy devastadores que la Defensa Civil no puede mitigar, menos si su incumbente decide de mantener cerrados los albergues por miedo a que los ensucien, pero además de eso, la capa freática en esa época del ano está saturada, el ‘karst’ no absorbe más aguas y éstas escurren llevándose lo que encuentren por delante: casuchas, puentes, cuando no hombres y mujeres. Pobres, evidentemente. Tampoco puedo ir a San Pedro de Macorís: no aguanto el mal olor y corro el riesgo de morir inhalando los vapores de todos los desechos que impunemente vierten los ingenios en un pobre Higuamo que parece una cloaca urbana. No se nos ocurra por el momento pasar por Azua, allá las bandas hacen de las suyas, y en los matorrales aparecen restos humanos carbonizados por algunas manos religiosamente criminales; tampoco se nos ocurra entonces internarnos en la Cordillera Central y la Sierra de Bahoruco en tiempos de sequía: a pesar de ser absolutamente previsibles por su regularidad, los incendios forestales «sorprenden» todavía y siempre las autoridades de Medio Ambiente y de la Defensa Civil que por colmo no tienen ni agua, ni aviones bomberos y deben sofocar las llamas con machetes. Estos incendios deben estar en la agenda de todos los secretarios de Estado de Medio Ambiente pero éstos o están de viaje al exterior o se meten a importar materiales dizque de relleno que largan en el litoral. Ese ‘rock-ash’ es tan inofensivo que a ninguno de esos secretarios se le ocurrió bañarse en esas playas en Semana Santa.

Descartadas las playas de Samaná y Montecristi y las de Nagua, por estar a proximidad de la fosa de Puerto Rico, nos queda la frontera. Hum… Por esa carretera más vale pasar volando… que paseando. A decir la verdad, se debe pensar bien, a dónde ir sin riesgos de seísmo, de derrumbes, de inundaciones, de maremotos, de incendios, de contaminación o de violencia. No podremos tampoco ir a Boca Chica, donde la delincuencia infantil nos avergüenza, ni ir a Casa de Campo, donde nos exigen pasaporte y salvoconducto para entrar.

Entonces, pensándolo bien, y revisando mis notas de clima, de geomorfología, de cultura, de historia, de secuestros y pensando en Chico Méndez… más vale dejar la mochila en casa y mirar confortablemente sentada en un sofá Discovery Channel, que habla de catástrofes pasadas y nos cuenta como todo ocurre.

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