El pasado martes 27, en ocasión que el presidente Medina celebraba sus primeros cien días en el poder, le dirigió al país una interesante alocución que encerraba todo un mensaje de esperanzas y de promesas ocultas.
Independientemente de los datos ofrecidos en cuanto a las acciones que se han implementado para atacar la problemática social por la existencia de tantos escollos para el desarrollo en cuanto a la salud, educación y desarrollo mini empresarial de programas de pequeñas empresas, estaba la parte medular de atacar las fallas éticas del servidor público, que desde el primer día fueron aplicadas una serie de directrices de conducta que iban desde la prohibición de las tarjetas de crédito hasta eliminar los vehículos de alto consumo, de manera que las deficiencias morales de los dominicanos del servicio público se mitigaran y hubiese un renacer de un comportamiento cónsono con la moralidad y la honestidad.
El presidente Medina no declaró una guerra abierta en contra de su propio partido, señalado por las manifestaciones juveniles de protesta como culpables de todos los males que padecemos, en especial el horroroso déficit fiscal de los 205 mil millones de dólares y de otras indelicadezas más, sino que demostraba estar consciente del problema y establecía los perfiles de una futura acción que reclamaba que los ímpetus de las fuerzas juveniles en ebullición se enfriaran y asumieran una actitud más sensata de manera que el otoño dominicano echara las raíces que debe tener para continuar siendo un intérprete de las inquietudes nacionales que aspira a ver en el político y servidor público un ejemplo de idoneidad, honestidad y seriedad.
La rabia nacional con raíces justificadas viene conformada de cómo los políticos han desfalcado los recursos públicos, y que por más reformas fiscales que se hayan llevado a cabo, ellos buscan la forma de seguir enriqueciéndose, desviando todos los recursos que luego pretenden apaciguar al país con sus barrilitos, dádivas y acciones de asistencia médica en el exterior cuando todo el mundo conoce el origen de esos recursos mal habidos que contribuyen a que la pobreza aumente.
No es que el presidente Medina tiene en sus bolsillos las soluciones a todos los problemas del país con su estilo tan peculiar, sino que a medida que ha ido gobernando, aplicando medidas y soltando sus iniciativas, va delineando un plan de acción bien coordinado y de fina orfebrería, que apunta hacia un Estado ético muy diferente al que estuvimos viviendo hasta agosto pasado.
Y eso es una tarea muy ardua, delicada y de alto riesgo, ya que son tantos los intereses en juego que cualquiera pudiera sentirse afectado, se desesperaría y procuraría incitar hacia un Estado de ingobernabilidad, sabe Dios qué se buscaría con tales desafueros, fruto de los intereses que vivían en un paraíso del dispendio y del enriquecimiento ilícito.
Los 80 días, de hoy al 27 de febrero, cuando el presidente Medina presente ante la Asamblea Nacional sus memorias, serán de un conjunto de inolvidables actividades, en que no estarán ausentes las manifestaciones callejeras de la juventud, que parecen amenazadas por elementos extraños y desacreditados ya insertándose, pero lo importante serán las acciones, que al igual que las ya iniciadas, marcarán el inicio del plan de alfabetización, la construcción de 343 escuelas adjudicadas por sorteo el pasado viernes 30, de esa forma estaremos inmersos en un período dinámico de una silenciosa revolución pacífica que podría ser un ejemplo para el mundo.