Las pesadillas y el terror nocturno

Las pesadillas y el terror nocturno

El 5% de los niños mayores de cinco años presenta pesadillas. Es más frecuente en niñas. Las experiencias que más influyen en que el niño presente transtornos del sueño son:

• Dormir en cama de los padres.

• Accidentes o enfermedad del niño.

• Separación o ausencia de la madre (laboral, viaje, etc).

• Depresión materna.

• Actitud materna ambivalente o contradictoria en la crianza del niño.

Generalmente, las pesadillas y los episodios de terror nocturno aparecen en la edad preescolar (antes de los cinco años de edad). Esta situación ocurre durante la fase 4 del sueño (fase NO REM, sin movimientos oculares o de sueño profundo).

El niño se encuentra confuso y desorientado, presenta respiración agitada y ruidosa, pupilas dilatadas, sudoración, taquicardia (ritmo cardíaco acelerado), taquipnea (ritmo respiratorio acelerado). Parece aterrorizado.

Durante esta etapa el niño puede presentar SONAMBULISMO (caminar dormido) y estar en riesgo de daño físico o golpes.

El niño puede tardar en despertarse y hablar coherentemente. Por lo general el niño no puede recordar la pesadilla motivo de su temor.

Los terrores nocturnos desaparecen con el tiempo en casi todos los casos, generalmente antes de los siete años de edad. Existe un factor hereditario. A veces, las enfermedades acompañadas de fiebre pueden ser desencadenantes de esta situación.

MANEJO DE LAS SITUACIONES DE TERROR NOCTURNO

Lo esencial es el apoyo de los padres, el estímulo afectivo y la motivación para poder superar esta situación.

Mantener, a toda costa, un horario de inicio del sueño que debe ser cumplido irreversiblemente, permitiéndose pocas modificaciones.

Se deben evitar a toda costa los programas de televisión que presenten algún grado de violencia.

Se puede ofrecer un baño nocturno, una luz débil o un momento previo de conversación antes de iniciar el sueño. En algunos niños funciona el iniciar la lectura de un cuento. Se puede aceptar, momentáneamente, que duerma con una luz encendida o con la puerta abierta.

Sólo el pediatra puede autorizar el uso de medicamentos tranquilizantes (benzodiacepinas, antihistamínicos, etc) en algunos contados casos.

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