Las piedras del fogón

Las piedras del fogón

¿Por qué las novelas han de tener ?introducción, nudo y desenlace, como exigían las viejas preceptivas literarias? La primera razón es que siempre ha sido así. Además, porque los hombres tienen cabeza, tronco y extremidades; vemos que la mayor parte de las cosas del mundo empiezan, continúan y acaban. La gente nace, crece y muere. Una vez ocurre la fecundación del óvulo femenino, viene el crecimiento del feto y, después, el alumbramiento. Algunos filósofos alemanes nos hablan de tesis, antítesis y síntesis. Hemos llegado a creer que todo tiene tres fases, tres tiempos pasado, presente y futuro-; o tres dimensiones: largo, ancho y espesor.

Hasta los magos de feria emplean conjuros trifásicos: tokush, molush, puff. Y así, mágicamente, los asuntos quedan resueltos según nuestros deseos. Las novelas pueden tener un final feliz ?una terminación gozosa-; los novios celebraron sus bodas y pasaron la luna de miel en París. También es posible un final trágico, dentro de la tradición griega e isabelina. Una familia completa, amable, trabajadora, decente, puede sucumbir bajo un bombardeo durante una guerra injusta. Introducción, nudo, desenlace, son las tres piedras del fogón narrativo clásico. Por eso resulta inaceptable que las vidas queden varadas, sin festejos ni tragedias, en un stand-by interminable.

El fogón campesino está compuesto por tres piedras, algunos cemíes tainos presentan tres puntas. Pero la vida humana contemporánea no es trigonolítica. Los sufrimientos políticos del hombre durante el siglo XX no pararon nunca; no tuvieron desenlace. Las guerras fueron detenidas por armisticios y tratados; los diplomáticos celebraron acuerdos, enlaces o desenlaces; difundieron una retórica finalista que no canceló los dolores de la gente. La Segunda Guerra Mundial fue un producto podrido de la Primera; la conclusión de la Segunda trajo la Guerra Fría.

Existen asuntos que no son exclusivos del siglo XX, que no tienen que ver con infrecuentes guerras mundiales. La maldad, las pasiones, la codicia, son realidades permanentes alojadas en la cabeza y el tronco de los seres humanos. Las extremidades están, en todos los casos, al servicio de la cabeza y el tronco. He visto vidas paralizadas por un diagnóstico médico, un visado consular, un pasaporte, por el ascenso o la caída de un gobierno. Sin ningún desenlace. (22/01/2012).

 

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