Las piernas dicen ¡basta!

Las piernas dicen ¡basta!

RICARDO GONCEBAT
¿Sufre dolor, cansancio, pesadez, calor e hinchazón en las piernas, los cuales se hacen más intensos cuando permanece en pie y el ambiente es caluroso y húmedo? ¿Sus extremidades inferiores presentan varículas, venas reticulares, varices, edemas, trastornos cutáneos y úlceras cicatrizadas o activas?

Son los síntomas de la Insuficiencia Venosa Crónica (IVC), un síndrome producido porque los vasos sanguíneos de las extremidades inferiores no funcionan como deben y no conducen el flujo sanguíneo de manera eficiente de regreso al corazón.

La insuficiencia venosa compromete una o más venas. Las válvulas en las venas usualmente conducen el flujo de la sangre hacia el corazón; cuando estas válvulas están lesionadas, la sangre se filtra y se estanca en las piernas y en los pies.

Una de sus principales consecuencias es la hinchazón de las extremidades inferiores, denominada edema periférico y consistente en una acumulación anormal de fluidos en los tejidos de los tobillos y las piernas. Al apretar el área afectada, el fluido se desaloja y puede dejar una impresión profunda unos instantes.

A ello se suma el dolor, pesadez o calambres en las extremidades.

Es una enfermedad cuya incidencia aumentará a medida que la población envejezca y se vuelva más obesa, y que en sus fases avanzadas puede provocar graves consecuencias para la salud, desde complicaciones cutáneas y úlceras hasta flebitis superficial.

Si progresa, en algunos casos la IVC puede conducir a una trombosis venosa profunda, que incluso puede ser letal.

Infradiágnostico

Se trata de una condición en la que se forma un coágulo sanguíneo en una vena profunda que acompaña una arteria, principalmente en la parte inferior de la pierna y el muslo. Este trombo puede interferir en la circulación del área y viajar a través del torrente sanguíneo hasta alojarse en el cerebro, pulmones, corazón u otra área, dañando severamente al órgano afectado.

No obstante, una de cada cinco personas que la padecen no está diagnosticada, con lo que su dolencia sigue progresando, según el estudio Delphi de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular (SEACV).

La IVC es más frecuente en las personas con sobrepeso y aumenta con la edad, lo que hace prever a los especialistas que su impacto en la sociedad se incrementará en los próximos años, a medida que la población viva más años y pese más libras, hasta afectar al 28% de la población general y al 36% de los mayores de 65 años para el 2010.

“La falta de concienciación sobre la enfermedad, que aún se percibe en gran medida como un problema estético más que trastorno de la salud, es la causa de que dos de cada tres pacientes nunca hayan tomado ninguna medida preventiva”, señala a EFE-Reportajes especialistas de la SEACV.

El diagnóstico precoz y la adopción de medidas preventivas evitan que la enfermedad degenere y sea difícil tratarla. 

El ejercicio, importante

Entre las medidas preventivas figuran caminar y realizar ejercicio físico, utilizar medias de compresión durante el embarazo, evitar la posición sentada o en bipedestación durante mucho tiempo y controlar el peso. A menudo, el diagnóstico se produce cuando los síntomas están avanzados. A la gran mayoría de los pacientes se les diagnostica su IVC cuando acuden a la Atención Primaria.

Además de la historia clínica y la exploración, entre las técnicas utilizadas para diagnosticar la dolencia figuran los estudios hemodinámicos y, en menor medida, angiográficos, basados en el Eco-doppler, y la pletismografía, para confirmar el diagnóstico.

Para aliviar los síntomas de la insuficiencia venosa, se recomienda el uso de medias elásticas, que son muy beneficiosas para el paciente, la toma de flebotónicos y las medidas higiénico-posturales, como evitar las estancias prolongadas en pie o elevar las piernas siempre que se pueda. En las fases más leves del síndrome, estas medidas son el tratamiento más habitual.

Un día a día más llevadero

Los tratamientos farmacológicos actuales, si bien no permiten resolver esta enfermedad, son eficaces para reducir su gravedad, mejorar los síntomas y reducir el riesgo de complicaciones. De este modo se hace más llevadero el día a día de los afectados.

Los especialistas que han participado en el estudio Delphi consideran que uno de cada tres tratamientos contra las varices es incorrecto y que el abordaje quirúrgico es el único definitivo, aunque los fármacos elevan la calidad de vida. De todos modos, el 47% de los pacientes no reciben ningún tratamiento.

A juicio de los flebólogos, la razón de la incorrección de los tratamientos radica en el alto intrusismo en materia de angiología y la presión comercial a favor del láser, el cual se está aplicando en exceso, según estos.

El lado oscuro del láser

“La terapéutica con láser tiene indicaciones muy precisas que deben establecer profesionales expertos. Su uso indiscriminado para todo tipo de varices está conduciendo de forma rápida a su desacreditación. El único tratamiento que hasta hoy acredita la erradicación de las varices es la cirugía”, explica a EFE-Reportajes.

Una de las causas de esta sobreutilización del láser y otras técnicas alternativas es el alto intrusismo: “Muchas personas acuden a centros de estética para tratarse las varices, lo que es un error, ya que no tienen la consideración global de la enfermedad”.

Las medidas higiénicas y posturales y los cambios en el estilo de vida son los tratamientos más recomendados a los enfermos. En algunas fases de la enfermedad también se emplean los flebotónicos y la terapéutica de compresión. Sólo cuando la enfermedad está avanzada es frecuente el uso de la cirugía.

Los fármacos considerados más eficaces por los cirujanos vasculares para tratar la IVC son los derivados de flavonoides. Otro medicamento muy utilizado para la patología venosa es la diosmina micronizada, que junto con la compresión (medias elásticas) es más eficaz que la compresión sola, porque acelera la cicatrización de las úlceras y reduce las complicaciones.

Para los expertos, los costos económicos derivados de la patología tienden a aumentar, especialmente los de asistencia sanitaria, y en menor medida, los indirectos debidos a la pérdida productiva por bajas laborales e incapacidades de los pacientes. El diagnóstico precoz y el rápido inicio del tratamiento podrían favorecer la disminución de los costos generados por la enefermedad.

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