Las pinturas de José Manuel Ciria

Las pinturas de José Manuel Ciria

Pocas veces ha expuesto en Santo Domingo un artista apoyado por tantas instancias oficiales y diplomáticas de España y República Dominicana al más alto nivel. Así mismo, no es común que una exposición individual tenga pautado un itinerario por varios museos –los más importantes– de la región.

José Manuel Ciria ha alcanzado una demanda y una reputación que también reflejan el flujo, el entusiasmo, la cantidad de los comentarios en una bibliografía impresionante.

El público dominicano tiene la oportunidad de descubrir y apreciar a un pintor, todavía en su joven madurez, gozando obviamente de un reconocimiento excepcional.

La exposición.  La muestra, que consta de obras de grandes dimensiones, se despliega en la segunda planta del Museo de Arte Moderno, con un montaje desahogado que invita a la contemplación de cada cuadro en su individualidad y simultáneamente ofrece una visión global, destacando un mundo pictórico particular. En el tiempo, este conjunto  muy coherente corresponde al último período de su producción, entre 2006 y 2008, la serie de la Guardia Place, realizada entre Madrid y Nueva York. Intitular puntualmente cada pieza  parece no estar en el temperamento del autor o no interesarle especialmente: él prefiere dejar al espectador una plena libertad de lectura.

José Manuel Ciria propone recursos estéticos y técnicos propios, aspirando  a la mayor eficiencia semántica. Domina a menudo una arquitectura monumental,  sugiriendo una transposición de material petrea, llevada a formas a la vez orgánicas y construidas, a composiciones poderosas y vitales. Evocaríamos entonces la sentencia de Herbert Read: “En una obra de arte existe siempre ese elemento intangible, indefinible, al que debe su vitalidad, su poder de comunicar intensidad a la vida, y la posesión por el artista de ese poder transformador constituye su estilo.” No cabe duda de que las “Rare Paintings” – ¿una calificación provocadora? – de Ciria, en gestación permanente,  poseen un estilo muy propio.

A pesar que desde hace décadas no cabe la escisión entre figuración y abstracción, la dicotomía sigue vigente para diferenciar la expresión de morfologías relacionadas con lo real observable y la plasticidad intrínseca de formas y colores. Aparentemente, consideran a José Manuel Ciria como un creador abstracto en distintas modalidades. 

Al artista

Se le atribuye un discurso –aunque complejo– que construye fundamentalmente  en el espacio, módulos generalmente compuestos, estructuras agregadas o no, tonalidades, texturas, ritmos, luz, sombra, en fin un vaivén dinámico y/o estático de valores pictóricos puros.

No lo creemos absolutamente certero

El pintor puebla sus cosmogonías – son más que paisajes– con alusiones a la vida y la condición humana, casi siempre exentas de descripción con excepción de las manos. Asistimos a un fenómeno de “transfiguración”… con un diseño especial y referencias. Personalmente, preferimos a José Manuel Ciria radicalmente distante de la realidad (salvo las manos de Picasso, impactante y comunicativo).

Los rostros, las actitudes, las corporeidades sugeridas o identificables son menos vigorosas e interesantes que el eslabonamiento o la disposición de formas  autónomas. Es evidente que, como en todo lenguaje abstracto, el espectador, sensible a los elementos visuales y buscando un vínculo concreto, relacionará la solución plástica con criaturas y objetos, ideas, cuestionamientos y sensaciones. De igual modo el artista, que da la impresión de improvisar “reflexivamente”, de hallar más que buscar –así sucedía con Picasso–, pero sin extremarse en una escritura automática, encuentra un soporte filosófico, sicológico, hasta representativo y visceral, a sus desarrollos pictóricos. Sin embargo, Ciria se entrega mejor estéticamente cuando está más liberado de las contingencias figurativas.  Su paleta dramática de rojo y negro, sus repentes frutales, sus destellos sus salpicaduras  se imponen.

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