LEANDRO GUZMÁN
Hay que saludar la iniciativa del Gobierno por haber contratado los mega proyectos hidroeléctricos de Las Placetas y de Palomino, en San José de Las Matas y San Juan de la Maguana, respectivamente, que conjuntamente con la Presa de Pinalito, en Constanza -en construcción avanzada- aumentarán sensiblemente la generación de energía eléctrica sin el uso del petróleo.
Sin lugar a dudas, esa producción de energía a partir del recurso agua nos hará menos dependientes del petróleo, al propio tiempo que contribuirá, obligatoriamente, a una disminución del costo del kilovatio-hora en nuestro país, uno de los más caros del mundo.
El costo actual de la energía se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo nacional. Los empresarios se quejan, con razón, de que esto los torna vulnerables a la hora de competir en el mercado, aparte de que se refleja en los consumidores, que finalmente son los que adquieren los productos encarecidos. Hay que decir también que el uso de las aguas reguladas para producir energía, de alguna forma servirá para el consumo humano y la agricultura.
Sin embargo, no hay que olvidar los requerimientos de agua de la ciudad de Santo Domingo, enclavada en la Cuenca del río Haina, cada día con una población que crece, que ha obligado a los gobiernos a apelar a otras cuencas hidrográficas, con cuantiosas inversiones, para dotar de agua a la ciudad.
Es necesario recordar que la ciudad de Santo Domingo y sus cientos de barrios, teóricamente, reciben 18.2 metros cúbicos de agua por segundo, que provienen de diferentes fuentes de abastecimiento, entre las cuales las más importantes son Valdesia, Haina-Manoguayabo y los diferentes campos de pocos existentes, que en su mayoría funcionan con electricidad, lo que significa que nunca hay estabilidad por las crecientes interrupciones de ese servicio. La única fuente estable de ese sistema es Valdesia, que proporciona 6 metros cúbicos por segundo.
La población de Santo Domingo y su periferia asciende a poco más de tres millones de habitantes, según proyecciones hasta 2005. Esto se refiere únicamente a la población censada, pues la constituida por haitianos y otros extranjeros no censados, aumentaría significativamente la cifra de los tres millones.
Es de ahí la necesidad de que el Gobierno se aboque a construir la Presa de Madrigal, situada en el sitio del mismo nombre, al Oeste de la ciudad. Hay que subsanar el error que se cometió en el período 1982-86, cuando los intereses políticos dentro del mismo Partido gobernante frustraron la ejecución del proyecto, que ya estaba aprobado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dispuesto a financiarlo a largo plazo y con atractivos intereses.
Hay estudios relativamente recientes, realizados con más cuidado que el que se hizo hace más de 20 años, que demuestran que la regulación del río Haina con la Presa de Madrigal, se alcanzarían diez metros cúbicos de agua por segundo durante las 24 horas.
Esos diez metros cúbicos, conjuntamente con los seis que aporta la Presa de Valdesia, serían suficientes para satisfacer casi en un 90 por ciento, aún fuesen eliminados algunos campos de pozos que usan energía eléctrica a base de petróleo para su funcionamiento.
No haber construido la Presa de Madrigal le ha costado al Estado dominicano miles de millones de pesos, al verse precisado a buscar fuentes alternativas para satisfacer las crecientes necesidades de agua de la población capitaleña.
Como hemos dicho en otra ocasión, la construcción de la Presa de Madrigal tendría que ir paralela a un estudio que determine las pérdidas por roturas de las tuberías y el mal uso del agua.
El BID tiene ante sí una brillante oportunidad para retomar el Proyecto de Madrigal, ofreciéndole al Gobierno la disponibilidad de su cartera de financiamiento para obras de esta naturaleza, sobre todo porque sin agua no hay vida, ni hay desarrollo.