Las plumas de palote

Las plumas de palote

Hoy es sábado, último día de la “semana laboral”. Los norteamericanos suelen decir cuando acaba la semana: “gracias a Dios es viernes”. Los viernes, desdichadamente, hay que escribir el artículo del sábado. Aunque no tengas ganas de escribir, debes sentarte y redactarlo. Algunos amigos, periodistas viejos con mucha experiencia, decían que el tecleo de la máquina de escribir quitaba la pereza al escritor. Usted escribe la fecha, el nombre de su país y ese ruido mecanográfico despertará su imaginación y creatividad. Pero esas antiguas máquinas con carrete y papel ya no se usan. Las nuevas computadoras son silenciosas y brillantes. Las luces y los iconos te distraen sin ayudarte a escribir.
Ciertos expertos en lo que ahora llaman “ciencias cognitivas”, opinan que escribir con lápiz sobre un papel es beneficioso para las células del cerebro; que las personas que escriben con un bolígrafo común y corriente, conservan sus facultades mentales hasta la extrema ancianidad; se dice, incluso, que la memoria y la organización intelectual, son estimuladas por el uso de la pluma. Hubo una vez un poeta que afirmaba riendo: los clásicos escribieron tantos libros valiosos porque escribían con “plumas de palote”; debían mojar la pluma en el tintero cada vez que se agotaba la tinta. En ese momento repensaban lo que habían escrito y corregían mentalmente la próxima línea.
Sostenía que en nuestros tiempos de “plumas fuentes” se escribe a la carrera, sin pensar bien lo que se escribe; que esa es la causa de que se publiquen tantos escritos malos, hechos con costosas estilográficas de marcas prestigiosas. Este artículo para el sábado pudo no haberse escrito, ni con lápiz, ni con pluma, ni computador; pero habría defraudado a los que tienen la costumbre de leer A pleno pulmón.
Después de tantos años escribiendo todos los días, hubiese sido vergonzoso “saltarse” el sábado por no trabajar el viernes. Escribir diariamente es un ejercicio que fortalece las destrezas del escritor. Además, me habría costado decirle al director de este periódico: “prefería no hacerlo”, frase de Bartleby, el escribiente, el personaje del famoso cuento de Herman Melville. Logré escribirlo sin “pluma de palote”, pues este instrumento caligráfico desapareció antes que la máquina “Underwood”. Usé un bolígrafo.

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