Las pobrezas de un país rico

Las pobrezas de un país rico

Si nos acogemos al constante crecimiento de  la economía, podemos definir a la República Dominicana como un país rico. Si nos acogemos a las deficiencias de políticas públicas que afectan  aspectos  vitales de nuestra  sociedad,  tendríamos que convenir que somos un país rico, pero pobremente administrado. En esto encaja el gran atraso que tenemos en prevención en salud que nos echa en cara el  doctor José Brea del Castillo, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica.

 Si la prevención en salud a través de la vacunación oportuna es  la fase más provechosa de la política sanitaria de cualquier país, cómo es posible que nos hayamos atrasado en la inmunización contra los rotavirus que causan vómito y diarrea entre nuestros niños y provocan numerosas muertes. Es probable que aparezca alguien que trate de enmendarle la plana al doctor Brea del Castillo, pero eso no eliminaría la falla.

Lo que corresponde en circunstancias como estas es tratar de recuperar el tiempo perdido, aumentando la cobertura en vacunación, no solo en función del número de niños a inmunizar sino también de la variedad de enfermedades a prevenir. No pretendemos echar por tierra todo lo bueno que han hecho nuestras autoridades sanitarias en materia de prevención. Simplemente sacamos a relucir pobrezas que no son justificables en un país que se presume  rico.

Déficit fiscal y orden de factores

En términos resumidos, un déficit fiscal es la situación que se presenta cuando los gastos realizados por el Estado en un  período determinado, por lo general un año, sobrepasan los  ingresos no financieros. Hay implícito un orden de factores que subordina los ingresos a una cuantía de gastos previamente establecida y la solución del inconveniente que más prefieren nuestras autoridades es conjurar el déficit por medio de más presión tributaria, sin afectar la cuantía y calidad del gasto.

Ocurre que una proporción bastante alta de lo que se define como déficit fiscal, en realidad corresponde a gasto dispendioso, por concepto de pago de sueldos y viáticos de vicecónsules, viceministros y otras cargas realmente improductivas. Sin embargo, a nadie se le ocurre alterar el orden de los factores para conjurar el déficit recortando la parte tóxica de un gasto innecesario desde todo punto de vista.

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