Las ponencias de Masa Crítica: Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en [la] RD

Las ponencias de Masa Crítica:  Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en [la] RD

Antonio Fernández Spencer fue un poeta importante crítico dominicano agudo de quien lamenté siempre que su pertenencia al partido del signo le impidiera ser un Baudelaire moderno. Su queja amarga fue siempre que sus contemporáneos, y en menor medida los de La Sorprendida, al par que buenos poetas, no fueran grandes críticos. A quienes estaban en la acera opuesta, les bautizaba como “analfabestias”. No era peyorativo tal sustantivo. Más tarde comprendí que Spencer usaba ese término con igual significación que los usados por Jean Ricardou al referirse a los dos analfabetismos literarios. En el primero, el lector y el escritor que emborrona cuartillas se quedan en el simple desciframiento de los signos de la obra; en el segundo analfabetismo, ambos son incapaces de ahondar en los significantes del texto: ritmo-sentido, sonoridades internas, paragramas como memoria de la escritura, orientación política de la obra en contra de las ideologías.

Me apené mucho cuando Spencer escribió un largo ensayo en la revista “Yelidá” en el cual reconoció no entender qué era la metafísica del signo. En su casa, en la logia Cuna de América, en los cafés, debatí con él todos los conceptos de la poética, pero nunca sobrepujó, en el ámbito teórico, el contenido de su artículo sobre el signo lingüístico, inspirado en Roland Barthes y Dámaso Alonso, que publicó en “Helios”, revista dirigida por Quiquí Henríquez, órgano de la Logia.

Pero si Spencer se desesperaba con sus contemporáneos, ¿qué me deja a mí?, que invierto un tiempo precioso que debería emplear en tareas más grandes cuando, a pesar de que mis coetáneos han podido leer los textos de Meschonnic publicados en nuestro país y en extranjero, traducidos al español, debo rectificar constantemente lecturas malas y maliciosas acerca de la poética hechas por analfabestias, como aquella que declaraba que Meschonnic no había influido en el extranjero y que no le conocían ni en Francia. O esta otra de la mayoría de los ponentes del Primer Seminario Internacional de la Crítica Literariadonde niegan tajantemente la existencia de la crítica y de los críticos en la República Dominicana.

Como respuesta al primer analfabestia, le suplico, sin que tenga que gastar mucho dinero, que entre a www.europe-revue.net/ y consulte el número 995 de marzo de 2012 para que vea a cuantos idiomas ha sido traducida la obra de Meschonnic. Que le doy el dato aquí: En la página 224 Serge Martin dice que obras completas o partes de estas han sido traducidas al alemán, inglés, búlgaro, coreano, español, hebreo, italiano, japonés, portugués y rumano. Pero las obras del camateto no han sido traducidas ni al cibaeño. Y digo más: Si el lector coteja el índice de ese número 995 de la revista “Europe”, dedicado a Meschonnic con motivo de su deceso, y si lee los Hitos cronológicos (Repères chronologiques) de nuestro poeta preparado por Serge Martin, se apercibirá del mundo de relaciones y escritores, filósofos, lingüistas, universidades de Francia y del extranjero con los que interactuó el creador de la poética.

De los miembros del segundo analfabetismo, duele incluso que como secuaces del partido del signo, y para la grandeza cultural de su país, no estén a la altura de los intelectuales tradicionales franceses y extranjeros a quienes Meschonnic enfrentó con respeto y consideración. Cito solo algunos nombres de vivos de su época-siglo-XX: Derrida, Sartre, Chomsky, Greimas, Barthes, Todorov, el grupo Tel Quel, la “Nueva Novela”, Levinas, Ricoeur, Ciorán, Rorty, Lacan, Deleuze, Guatari, Bourdieu, Badiou, a todos los traductores como Steiner y a los traductores que han ideologizado la Biblia, en vez de poetizarla como ritmo.

A los secuaces del segundo analfabetismo, les dejo esta cita de Baudelaire acerca de la relación indisociable entre poeta y crítico. Figura en la ponencia que Meschonnic leyó en 2003 en la Universidad de Cergy-Pontoise titulado “Dada, on ne joue plus” (Dada, se acabó el juego): “Todos los poetas eminentes se convierten natural y fatalmente en críticos. Compadezco a los poetas que se guían únicamente por el instinto; les creo incompletos. […] Lo prodigioso fuera que un crítico se convirtiera en poeta, e imposible que un poeta no albergue un crítico. El lector no se sorprenderá que considere al poeta como el mejor de todos los críticos.” (Revista “Europe”, ya citada, p. 129). El texto completo de Baudelaire donde aparece la cita está en (“Oeuvres complètes t. II”, p. 793, artículo “Richard Wagner y ‘Tannhaüser’ en París”. París: Gallimard, Bibliothèque de la Pléïade, 1976).

Pero en nuestro medio cultural, estrecho, arropado por el partido del signo en vez de estar arropado por el partido del ritmo, la propuesta de Baudelaire no ha tenido seguidores conscientes. Spencer quiso serlo, pero su apego irrestricto al partido del signo le liquidó, tan inteligente como era. Los miembros del doble analfabetismo literario en nuestro país no poseen altura de miras. Miran y admiran lo pequeño y concilian con lo mediocre: los contadores de historias en la ficción y los imitadores de emociones y sentimientos propios o ajenos. No van a poetas como Guillevic, Bonnefoy, Tsvietáieva, Meschonnic y otros que no cuentan historias en sus poemas.

Solo una literatura, y extranjera tenía que ser, vino a recordarnos que hubo un acontecimiento anterior a este “Primer Seminario Internacional”. Las ramas de la pequeñez criolla no nos dejan ver la inmensidad del bosque. Este es un país de elogios, condenas y silencios.

Nina Bruni, de la Universidad de West Indies, en Trinidad Tobago, encuentra que el libro “Ponencias del Congreso Crítico de Literatura Dominicana” (SD: De Colores, 1994) “constituye un documento esencial para los estudios de la literatura dominicana. En este foro se reconocen a los maestros y promotores culturales y se convocan a grandes escritores y críticos para participar. Los temas álgidos a resolver se identifican y se discuten en profundidad.” P. 197).

La literata argentina realza el papel de la crítica dominicana en la última década, algo que la pequeñez criolla, en su mayoría, no ve: “La crítica de [la] última década, con énfasis en los estudiosos dominicanos, ha madurado (no indagamos, ahora, en las circunstancias). Se nutrió de los maestros, tomó en cuenta aquellos esfuerzos personales, está al tanto de las cuestiones teóricas relevantes para la literatura y cultura del Caribe y América Latina, y publica obras donde se estudian los textos literarios a partir [de] una perspectiva comparada. Tal vez no se pueda hablar de cantidad aún pero sí de calidad.” (p. 198).

Cierro con esta reflexión de Meschonnic extraída de su artículo citado arriba a fin de que se vea lo alejado que está de la visión que de él tienen los miembros dominicanos del partido del signo: “La crítica es pues principalmente constructiva. Inventiva, porque participa de lo que Remy de Gourmont llamaba las ‘disociaciones de ideas’. La crítica participa también de un reírse del pensamiento, de una comicidad de las ideas. El ‘por’ del poema y de la poética es la condición del ‘contra’. Hay quienes solo ven el contra. Esos son los que toman el amor a la poesía por la poesía misma. Pero lo que importa es el combate del poema en contra del signo. Riendo como las estatuillas aztecas, llamadas sonrientes, detrás de la mano.” (Revista Europe, pp. 129-130).

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