Las ponencias de Masa Crítica: Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en [la] RD

Las ponencias de Masa Crítica: Primer Seminario Internacional de la Crítica Literaria en [la] RD

León David, en su ponencia “La crítica dominicana: entre la apología y la detractación”(sic), no dista mucho de sus colegas de ruta que, al sacralizar la poesía y el oficio de poeta que dicen ejercer, abominan la crítica, en especial la que no les es favorable y caen, con su prosa ideológica, en lo que la poética recusa: el elogio, la condena o el silencio.

Los grandes metafísicos abominan la vida y tratan de huir del mundo real que les ha tocado vivir. Los más pequeños les imitan. Para escapar de la “maldita vida” y este mundo horrible, se refugian en un ideal o persiguen la búsqueda del Paraíso perdido, o sea, el origen. Sacralizan esa búsqueda y al final de la vida no encuentran ningún origen y terminan sus días vencidos, amargados. E incomprendidos, según ellos.

El derrotero de León David –el de sus primeros artículos en “El Nuevo Diario”, recogidos en los dos tomos de “Adentro” (1986)– quizá no llenó la expectativa del viejo compromiso literario o le amargó la vida el derrumbe de las ilusiones del hombre nuevo.

A partir de libros como “Diótima o de la originalidad” (1995), “El hombre que descubrió la verdad. Cuentos taoístas” (1999) y “Una aproximación a la pintura metafísica de Jaime Colson” (2001), León David comenzó su despedida del mundo de la “vulgaridad y la ordinariez” y levantó, con orgullo no desmentido hasta su artículo “Territorio de espejos” (elogio del poemario de José Rafael Lantigua), la bandera del elitismo, el odio al lenguaje común y una desmedida apología de la vuelta a la escritura del Siglo de Oro tal como la practicaron los culteranos, algunos imitadores del conceptismo del Quijote y el Barroco, “mal que nos pese” a los partidarios del lenguaje ordinario.

La forma de escribir arcaizante o gusto excesivo por el uso de palabras raras en León David, y quienquiera que recurra a este procedimiento, es una huida del lenguaje ordinario debido a su fealdad y a su incapacidad para expresar la belleza del mundo “trascendente”, la estética divina y lo sagrado. Esta huida es el otro nombre de la nostalgia del origen. El dualismo del signo y los miembros de ese partido político les oponen al mundo concreto, real, un pretendido lenguaje poético capaz de expresar lo inefable de la ciencia del más allá o mundo desconocido e imposible de conocer. ¡Qué angustia para el alma del sujeto metafísico! Esta oposición de León David entre lenguaje ordinario y lenguaje poético implica una oposición entre prosa y poesía, lenguaje y vida. Para él, en la poesía está Dios -la- verdad; en la prosa, la mentira.

Pero resulta que el lenguaje poético no existe. En el poema o en el discurso informativo-ideológico lo que existe es el lenguaje ordinario o común. En el poema, a través del trabajo artístico del escritor, las palabras del lenguaje común son dotadas de un significado que no existe en los diccionarios ni en los libros de historia y cultura y pasan al discurso como sentidos nuevos que hay que descubrir al leer, a través de nuestra capacidad cultural. La diferencia entre un poema y un texto en prosa (novela, cuento, etc.) está en el aspecto verbal. El poema, y el yo transubjetivo que lo enuncia, está siempre en presente; el cuento, la novela, están siempre en pasado o halan la escritura hacia el pasado. Pero lo que verdaderamente especifica al poema, al cuento, a la novela o al drama es el ritmo, o sea, la forma, disposición u organización de la política del sentido en la obra. Esa forma en que está organizado el sentido en la obra es su política y está siempre orientada en contra del Poder y las ideologías de época, incluidas las ideologías literarias, como esa de utilizar palabras arcaicas o raras, cuya única función es la de envejecer al sujeto que escribe de esa manera y al texto, que es su realización. Todo el sentido del discurso muere de viejo con este procedimiento sintáctico que perteneció al Siglo de Oro o al Barroco, aunque se escriba en el siglo XXI. Todo lenguaje arcaizante fue, en su época, lenguaje común.

Pongo un ejemplo sencillísimo de este envejecimiento de la escritura y el pensamiento de León David. Crujiente, como el pan caliente. Arriba definí el ritmo, según la poética, y según otros autores que no tienen nada que ver con Meschonnic, como Platón, Aristóteles, Gerald Manley Hopkins, Ezra Pound, Benveniste. Pero resulta que para León David el ritmo es lo que a partir del cristianismo se definió como tal, contraviniendo lo que los clásicos de la Antigüedad griega pensaron como ritmo: la forma. León David recupera, a través de esta operación anacrónica, la definición que dieron luego las retóricas, preceptivas y gramáticas acerca de lo que es el ritmo.

De los tres rasgos que definen el “lenguaje poético”, oigan el último: “la musicalidad, ese fluir de la palabra sujeto a los comedimientos de la armonía, los dulces requerimientos de la cadencia y de la euritmia que hacen que el discurso ordinario se eleve hacia el azul del firmamento convertido en canto y deje de estar convicto de coloquial futilidad o, quién sabe si peor, apegado con estéril y monótona contumacia a las construcciones frías de la razón retórica.” (Art. citado,“Diario Libre”, 8/1/2014, p. 20).

El ritmo confundido con la métrica en León David. Él olvida incluso lo dicho por Aristóteles de que “el ritmo no es el metro”. La medida del tiempo es propia de la música, la danza y el baile, no de la escritura. En esta, el ritmo es la anotación no mimética de la oralidad del lenguaje. Los diccionarios de Covarrubias, Correas, Autoridades, Real Academia Española y los libros de preceptiva e historias literarias traen la definición tradicional de ritmo confundido con la música, la métrica, la respiración o el movimiento de las aguas, preferiblemente el del mar.

La definición de poesía de León David es la del Siglo de Oro hasta el XIX, antes de los poemas en prosa de Baudelaire. La escritura es configuración de signos sintáctica y rítmicamente ordenados,donde el paragramatismo no es juego sino ritmo y rima interna, es decir, la primacía del consonantismo sobre el vocalismo, pero sin anularlo. No uso casi el término “palabra”, porque un signo puede contener varias palabras. El segundo rasgo del “lenguaje poético” es, según León David, “el predominio del ‘elan’ metafórico”. Galicismo y concepto manido. Un poema es tanto símbolo como signo. No puede existir en él pan-metaforismo. El signo es la parte ideológica presente en un texto literario, es decir, el código, lo que todo el mundo conoce. Lo desconocido de un texto, su valor, es la creatividad, las noticias que son siempre nuevas, según Pound.

El pan-metaforismo es un viejo concepto teológico-literario y político según el cual el mundo es una metáfora.Y todos los que vivimos en él también somos metáfora. Como el obispo Berkeley, quien negaba la realidad del mundo exterior y creía que este era una ilusión de los sentidos. Si alguien cree que su cuerpo y el mundo exterior son una ilusión, solo tiene que lanzarse delante de un vehículo que corre a 80 kilómetros por hora.

 

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