Las portadas, velero para el libro y sus travesías

Las portadas, velero para el libro y sus travesías

En Egipto “El Libro de los Muertos” se encerraba junto con los muertos en su tumba, como un conjunto de fórmulas sagradas, o pasaporte, para acompañarlos en su travesía por los infiernos en tránsito hacia la luz del sol eterno. Por eso los egipcios consideraban los libros como fórmulas para asomarse a la luz del día. Símbolo del secreto divino que solo se revela a los iniciados, en esos tiempos sacerdotes y profetas, hoy: poetas, ensayistas, dramaturgos y narradores.
Resumen de la inspiración, ancestralmente de la revelación divina, el Liber Mundi, o libro universal, se considera como una traducción de lo no revelado, de la inteligencia cósmica, a un lenguaje comprensible. Inteligencia cósmica que está también en el corazón de la inteligencia individual. Búsqueda de la palabra perdida, palabra a la espera de lo por definir en este universo que es, que ha sido siempre, una herencia de lo que otros y otras ya han definido, ya han nombrado, un legado de los muertos.
En tiempos antiguos importaban tanto el contenido como la forma del libro, y los signos con que se representaban las palabras también guardaban su simbolismo particular, la grafía de lo oculto o de lo inédito. Las portadas eran entonces un anticipo de lo por venir, otra manera de expresar lo que el libro iba a contar, su verdad letrada.
Las ilustraciones de los libros cobran auge en el Medioevo, donde abundan los signos del cristianismo, la Masonería, las religiones musulmanas y célticas: la acacia, la columna, el compás, el triángulo, las esferas, la estrella llameante, la letra G, el cincel, la escuadra, los cuatro elementos tradicionales: agua, fuego, aire y tierra, los peldaños, el pentagrama o estrella de cinco puntas. La letra G, como Gnosis (God), Geometría, Generación, el sol y la luna, la borla dentada, los nudos, cráneos humanos, las dos tibias cruzadas, la cruz, las ramas de acacia, el fresno, como símbolo de solidez poderosa para los pueblos germánicos, de abundancia y fecundidad como primer árbol de la creación.
Tarea laboriosa para artesanos, requiriendo dones para el dibujo y la ilustración, las portadas de los libros se inician en 1820, con el uso de papel que luego se pegaba en las portadas, generalmente solo con el título de la obra impreso, con el fin de proteger los libros, y luego con la tela para forrar los libros. En 1830 se introducen además de las letras, los bordes con diseños simples, y ya entre 1870 y 90, los colores. En ese periodo son famosas las portadas influenciadas por el Art Nouveau, las cuales cobran auge en los años veinte.
Los libros, y por ende las portadas, se masifican con el surgimiento de la imprenta y las artes gráficas, y es ahí donde comienza la obligada colaboración entre escritores y artistas plásticos, rompiéndose el monopolio de los ilustradores, casi sacerdotes de la imagen, sobre el libro.
La discusión sobre la importancia de las portadas es de larga data. Ya en 1860, George Eliot, en Londres, planteaba “No juzgues un libro por la portada”, convirtiendo la frase en un cliché que antecede la revolución mediática.
Esta afirmación fue luego desmentida por una diversidad de estudios sobre todo en el área educativa, donde se demostraba que la imagen es una herramienta tanto o más educativa que la palabra y que es la puerta desde la cual nos asomamos al texto, una síntesis visual del contenido de los libros.
Conjuntamente con las portadas también adquieren importancia los colores (21 categorías de color según Marks) y las emociones que se relacionan con ellos, siendo el azul el que más se utiliza en todas las categorías de libros, porque se considera clásico, profesional, calmo y digno. Para las portadas se utilizaban imágenes fotográficas e ilustraciones o dibujos, más las ilustraciones que las fotos, y también copias de pinturas, en menor grado.
Luego se descubrió que la tipografía podía ser muy influyente con respecto a la recepción del libro, imponiéndose el San Serif como ideal. Por primera vez se entendía que el diseño gráfico es un lenguaje con su identidad y energía particular, y que varía de cultura en cultura, siendo influenciado por la historia particular de un país, sus modos de vida y evidentemente la cultura predominante.
Hoy predomina el papel sobre la tela y se entiende que una imagen habla más que mil palabras por lo que las portadas se han ido simplificando, muy de acuerdo con los postulados de la Escuela Bauhaus de Arte y Diseño y el arte Pop de la escuela de Andy Warhol.
¿Por qué es importante poner atención a una portada? Porque los libros son una industria que produce veinte billones de dólares anualmente y la importancia del texto, su valor literario y cultural son fundamentales, pero el primer contacto de un lector-comprador con un libro es la portada.
La portada es un instrumento fundamental de mercadeo ya que el lector promedio gasta un tiempo estimado de diez segundos en la portada de un libro, si la portada cumple su cometido entonces lo toma, lo hojea con detenimiento y posiblemente lo compre.
Hay múltiples estudios y proyecciones sobre la industria del libro que según los conocedores tiene una expectativa de crecimiento de 18.3% en los próximos cinco años, es decir, 49.5 billones de dólares.
Curiosamente, paralelo al crecimiento de la industria del libro se ha ido reduciendo el tiempo de lectura a tres horas por semana versus las 120 horas semanales que la ciudadanía emplea en otros medios de comunicación.
Estos datos refuerzan la necesidad de poner atención a las portadas como un elemento fundamental del libro, y le otorga un valor adicional: el de la promoción del legado artístico de un artista determinado, a nivel de masas.
El libro se convierte así no solo en la expresión de la particular sensibilidad de un artista, sino también en una puerta, una ventana a la obra de arte de un, o una, artista plástico; una acción renacentista donde convergen palabra e imagen, obligada colaboración entre sensibilidades, entre ejercicios artísticos, ente almas que se identifican.
Por eso cada libro que he publicado, ha estado acompañado de la portada e ilustraciones de un, o una, artista consagrado. UN EXTRAÑO ULULAR con la colaboración de Tony Capellán, quien eligió los materiales más pobres: papel de envolver y cartón para hacer un libro irrepetible; JULIA DE BURGOS, LA NUESTRA, con grabados y portada de Belkis Ramírez, el libro de mayor formato que se haya impreso; INTERN/A/MIENTO, poemario pos mortem, donde Jorge Pineda se esmeró con un diseño sobrio, en blanco y negro y un solo verde retoño al final; y José Mercader, entre tantos otros, quien diseñó la portada de ALGO QUE DECIR, ensayos.
Un feliz algo que decir entre artistas, en travesía hacia la belleza, con las portadas como velas al viento.

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