En 1929, tras la enmienda Constitucional que permitía la reelección de Horacio Vásquez, reveladora de prepotencia e insensibilidad política y mientras se urdía claramente el complot de Estrella Ureña y Trujillo para derrocarlo, un novel intelectual de 20 años llamado Juan Bosch escribió en el periódico El Mundo un artículo premonitorio de lo que ocurriría poco después, cuya vigencia en el 2012 es sorprendente, el cual reproduzco solo parcialmente por razones de espacio.
Es innegable que en la Mansión Presidencial se está gestando una tiranía que amenaza al pueblo dominicano. Y esta tierra que tantos machos ha parido, ve impasible la formación de una hidra de cabezas trágicas.
Gestos aislados; pocos hombres de vergüenza: Leoncio Ramos, dispuesto a sacrificar la comodidad de él y su familia con la negación de un suelo lujoso; Luis Sánchez Andújar y Gustavo Adolfo Mejía, decididos a sacrificar su vida en aras de un ideal; pero la totalidad del pueblo elevando preces a los hombres que puedan darle un pedazo de pan manchado en lodo de muchas iniquidades. Y los que llegamos a pensar y a creer en una posibilidad de civismo, debemos bajar apesadumbrados la cabeza ante tanta bajeza!.
Los libertarios no se improvisan, nacen libres y mueren libres con la vida llena por la lucha hacia la libertad de todos.
Los gestos de venganza de los pueblos, sí se improvisan. Desgraciadamente no saben matar las tiranías en su cuna y por ello, en la República Dominicana veremos resucitadas, si no se trata de evitar, no importa el proceso a seguir para ello, el desarrollo de ese monstruo terrible que se mueve ya en las entrañas, los días aciagos de monstruosas tiranías acabadas a sangre y fuego por hombres que dan hoy la espalda a su pasado glorioso. Y pensar que tan solo haciendo una renuncia que los dignificaría y los inmortalizaría de bajas ambiciones, el país seguiría en su marcha triunfal hacia el progreso!.
Y pensar que hombres, para quienes ya ha tenido en sus brazos la muerte, van a manchar sus vidas limpias de máculas.
Para el pueblo dominicano, que tuvo en cada época un gesto glorioso y ha escrito con sangre sus más bellos poemas de vergüenza, hay hoy una hora de confrontación.
Tenemos dos caminos a seguir: cruzarnos de brazos y ver pasar la tragedia de una tiranía, o cruzarnos en el camino, en una grandiosa manifestación de civismo, y no esperar que nos deshagan las patas del monstruo que amenaza.
Vale más, innegablemente, morir libres que vivir esclavos. A buen entendedor esas palabras bastan