Las pretensiones de Leonel Fernández

Las pretensiones de Leonel Fernández

Todo el mundo tiene derecho a sus pretensiones. Quien pretende la gloria, citemos por caso, tiene derecho a cortejarla. Dicen, por ejemplo, que en su imaginario el entonces Presidente Joaquín Balaguer competía con Ovando, el gran constructor de la etapa  colonial de la isla.

En la historia de la construcción física del país es posible hablar, de forma nítida y periódica, de la etapa de Ovando, de la etapa de la intervención norteamericana, de la etapa de Trujillo y de la etapa de Balaguer. Cuatro momentos fundamentales, en cada uno de los cuales se hicieron cambios sustanciales en materia de civilización urbanística. Pero no es posible hablar de la etapa de Leonel Fernández, aunque él lo pretenda, a lo que tiene legítimo derecho.

Leonel le queda chiquito a Balaguer, aunque sus anhelos sean cada vez más inflados. Muchas cosas de las que hizo el caudillo neotrujillista las vio en el exterior o las concibió con su equipo. Y también las financió con recursos propios, con dinero que ingresaba al fisco y que él, austero y comedido, ahorraba con voluntad espartana.

Si Odebrecht no existiera, las llamadas grandes obras públicas de Leonel Fernández tampoco existieran. No tuviéramos la carretera de Casabito, la hidroeléctrica de Palomino y la de Pinalito; tampoco el acueducto de la Línea Noroeste, el acueducto de la provincia Hermanas Mirabal, ni el Corredor Duarte, ni la carretera de Jarabacoa, el acueducto de Samaná, ni estuvieran en construcción la autopista del Coral ni la carretera Bávaro-Samaná.  Por supuesto, nos hubiéramos librado de unas deudas millonarias de exigua supervisión financiera.

Obras importantes, sin dudas, pero su conjunto está lejos, muy lejos, de las dejadas por el doctor Balaguer, esbozadas todas por ese escribano del reino que fue Aliro Paulino.

El Presidente Fernández dejará unas obras que no pudo financiar, porque quedan en el libro de la deuda externa de este país. Si quitan estas obras a su gestión, nada importante quedaría.

El Presidente Fernández ha disfrutado de impresionantes ingresos domésticos, pero no ha podido erradicar la falta de aulas públicas. Todavía 500 escuelas carecen de energía en un Gobierno que habla hasta por los codos de la sociedad del conocimiento.

Es el Gobierno de la hiperburocracia, de los 20, los 25 y hasta los 27 viceministros por cada Ministerio. Es el Gobierno de los 33 subadministradores de Bienes Nacionales y de los consulados preñados de nombramientos.

Si con esa obra el doctor Fernández se siente satisfecho, ese también es su derecho. 

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