Las prioridades, compay, las prioridades

Las prioridades, compay, las prioridades

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
La verdad es que uno es muy testarudo, muy terco. Pienso que las personas que son así, que tienen fijaciones en determinadas ideas o concepciones de la vida, o de la sociedad, o de la política o del ejercicio del poder, deben ser consideradas poco inteligentes, inflexibles, difíciles, incapaces de entender los tiempos, la evolución de las sociedades y los cambios de lo que los intelectuales llaman los paradigmas.

Me parece que para los patronos, para los hijos, para los gerentes, para los que gobiernan y para los que orientan el comportamiento de la gente, es mejor contar y tratar con personas flexibles, comprensivas, que cedan con relativa facilidad ante los razonamientos, ante las ideas, los planes y los proyectos de los demás. Y todo por una razón sencilla y elemental: así es mejor, así es más llevadero, así es menos conflictivo, así es más light…

Escribo estas cosas porque a veces tengo la sensación de que debo cambiar mi manera de abordar y considerar, por ejemplo, los problemas de la sociedad dominicana, sus urgencias y sus prioridades. Siento que las grandes inteligencias de mi país van por un lado, rodeadas de modernidades, y yo ando por otro, por un otro que parece más aldeano, más atrasado, más paralizado en el tiempo, tal vez desbordado por las nuevas tecnologías, por las nuevas lecturas y por las nuevas hermenéuticas para comprender el entorno y sus circunstancias.

Yo no he logrado advertir, por ejemplo, que las prioridades de la República Dominicana de estos tiempos no pueden seguir siendo la educación y la salud. Los que nos gobiernan sí lo entienden bien, porque tienen, en los hechos, una prelación diferente. Yo, en cambio, sigo en mis trece, rígidos, incambiable. Cuando miro a mi alrededor, cuando leo las estadísticas domésticas y extranjeras, cuando leo en la prensa que todavía en niños sin escuelas y escuelas con locales destartalados, continuo pensando que la  educación es prioritaria.

Me parece que pocas cosas hay en esta tierra tan útiles como tener una nación de gente bien educada, bien informada, bien entrenada para manejar las herramientas del pensamiento y del trabajo, para comprender, a través del razonamiento, los fenómenos que le circundan, los naturales y los sociales, y también para tener unos horizontes conceptuales de largo aliento.

Además, de los economistas y los sociólogos aprendí  –pero posiblemente este sea un aprendizaje superado por el tiempo y por las novedades–  que la educación también servía para romper el círculo de la pobreza, para superar las trabas de lo que algunos antropólogos culturales llamaron la subcultura de la pobreza.

Sigo creyendo, por lo tanto, que quienes nos gobiernan tienen la obligación constitucional de garantizar escuelas, aulas, maestros preparados, equipos escolares y todas las condiciones necesarias para que todos los niños en edad escolar puedan tener acceso a la educación.

No se trata, según el texto constitucional, de una decisión opcional. Es una obligación del Estado. Por consiguiente, razono, el gobierno que administra el Estado dominicano no puede involucrarse en ninguna iniciativa que obstaculice el cumplimiento de esta obligación.

Yo tampoco he logrado superar la convicción que tengo sobre la salud. Sigo creyendo, cada vez con más firmeza, que una segunda prioridad de la sociedad dominicana es crear las condiciones para que todos los que viven en estas tierras puedan ejercer su derecho a la salud.

También hay que subrayar que no se trata de una opción. Es una obligación establecida por la Constitución de la República.

Es obligación del gobierno, por lo tanto, construir los hospitales, las policlínicas, las clínicas y los consultorios necesarios, dotarlos de todos los equipos y los medicamentos necesarios, emplear los médicos, enfermeras, laboratoristas, odontólogos, farmacéuticos indispensables para curar y prevenir las enfermedades.

También sigo firme en la convicción de que es obligación estatal suministrar a la población agua potable, fomentar los deportes y garantizar la seguridad ciudadana.

Cuando un gobierno, cualquier gobierno y en cualquier tiempo, no cumple con estos deberes consignados en la Constitución de la República, está faltando a su deber. Compete a la población, entonces, hacérselo saber y hacérselo comprender.

Creo que los ciudadanos y las ciudadanas necesitan exigir de sus gobernantes acogerse a las normas constitucionales y a las realidades, sobre todo cuando son realidades que podemos ver con nuestros ojos de la cara.

Hemos tenido recursos suficientes, como país, para estar en mejores condiciones educativas, en mejores condiciones de salud, con mejor suministro de agua potable, con mejores instalaciones deportivas y con mejores mecanismos para resguardar la seguridad ciudadana. Pero esos recursos no han sido utilizados de la mejor manera posible, y la calidad de las inversiones públicas y su oportunidad han dejado mucho que desear.

Si cada gobierno que llega al poder en la República Dominicana hace caso omiso a la realidad y rompe el orden de las prioridades que esa realidad indica y aconseja, entonces seguiremos, como hasta ahora, empeorando las condiciones sociales, políticas, económicas y espirituales de las mayorías. Y, por supuesto, una minoría seguirá concentrando los llamados beneficios del “bienestar”.

bavegado@yahoo.com

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