Las prisiones de Piranesi

Las prisiones de Piranesi

Giovanni Battista Piranesi fue uno de los más grandes italianos de todos los tiempos, cuya obra está enmarcada casi exclusivamente en el paisaje urbano (las magníficas ruinas de Roma), en la técnica del dibujo y el grabado, actividades éstas hoy desdeñadas bajo la excusa de que los medios tradicionales, esto es, la pintura, el dibujo, la escultura y demás técnicas, no tienen asidero a lo que la moda impone, puesto que es el concepto en desdoro del oficio lo válido, no importando realizar verdaderos mamarrachos como recolectar de vertederos «piezas» dizque artísticas, siempre y cuando sean motor para lo insólito e insustancial de los creadores contemporáneos.

Pero volviendo a Piranesi, que en palabras de Margarite Yourcenar en uno de sus mejores ensayos, «El negro cerebro de Piranesi», nos habla de la grandeza y originalidad de este artista, creador que rescató en imágenes a la cultura greco latina al reproducir en maravillosas estampas las ruinas de la Roma antigua, divulgando la importancia de ese pueblo en el siglo XVIII, a la vez que preservó la memoria histórica en un período que, debido a la desidia y al vandalismo, las ruinas estaban desapareciendo para siempre de ese entorno.

Pero Piransei no se circunscribió sólo a la representación objetiva de esa realidad con unos grabados de una belleza y popularidad que cautivaron a personalidades tales como Goethe y Byron, sinó que también creó unos aguafuertes de ambientes lúgubres, terribles, magistrales, en donde su imaginación voló tan lejos que prefiguró estilísticamente siglo y medio antes lo que llegaría a ser el expresionismo alemán, en imágenes de suplicio eterno que fueron sus claustrofóbicas «Carceri» o prisiones, misterio del genio creativo que como clarísimo «deja vú» se adelantó en muchos decenios a lo que llegaría a ser el período de terror de la Revolución Francesa, a la exaltada imaginación del Romanticismo y los ambientes del relato gótico.

Y traemos a Piranesi a colación, porque hoy aquí en República Dominicana, cuando están arrasando con nuestra memoria urbana con la destrucción de las viejas casonas como las de Gazcue, o desmontando amplias zonas verdes con las excusas más pueriles y canallas, como la de talar todos los árboles no autóctonos (xenofobia botánica) para poner palmitas y grama, amén de dejar en el abandono a nuestra zona colonial, patrimonio universal de la humanidad, no existiendo un artista de la talla del célebre italiano que deje constancia de la ciudad bellamente arbolada que una vez fue Santo Domingo.

Tal vez, eso sí, se construyan, cuando pase el presente trágico vendaval de despropósitos malsanos de estos tiempos y especialmente de la presente administración, algunas «Carceri» o prisiones para que purguen sus culpas los responsables que han diezmado nuestro perdido para siempre bien recordado entorno urbano.

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