Las profundidades del Universo miradas desde el desierto más árido del mundo

<P><STRONG>Las profundidades del Universo miradas desde el desierto más árido del mundo</STRONG></P>

LLANO CHAJNANTOR, Chile. AFP. En el desierto más árido del mundo, a 5.000 metros de altura, donde escasea el oxigeno, la vegetación y la humedad son casi inexistente y la temperatura desciende hasta 25°C, se emplaza ALMA, el mayor observatorio del mundo y un verdadero paraíso para el mundo científico.  

Cuando hace más de una década nació la idea de construir el radiotelescopio más potente del mundo, que será finalmente inaugurado este miércoles, se buscó un terreno que fuera alto, tuviera nula o poca humedad, muchos días de sol y un acceso relativamente fácil.  

El Llano Chajnantor, una planicie a los 5.000 metros, justo en la frontera entre Chile y Bolivia y cercano al turístico pueblo de San Pedro de Atacama, cumplía con todos los requisitos o en algunos casos los excedía: los científicos debieron medir varias veces la humedad existente, porque no se convencían de que fuera tan baja. Pensaban que los instrumentos estaban estropeados, porque no arrojaban datos de humedad.  

«Lo que tiene de especial este lugar es que aquí, arriba de nuestras cabezas, no hay prácticamente vapor de agua. Hay tan poco que la radiación que llega del objeto celeste, de la galaxia o estrella, llega sin problemas», cuenta a la AFP el astrónomo de ALMA, Giani Marconi, en el Llano Chajnantor.  

Al tener casi nula humedad, las 66 antenas de ALMA pueden captar casi sin perturbaciones los objetos ubicados en la parte más oscura y lejana del Universo, donde se cree tuvo origen el Big Bang o gran explosión, al inicio de todo.  

Pero si bien el Llano Chajnantor es un paraíso para la radioastronomía, es también un ambiente completamente hostil para la vida humana, al escasear el oxígeno. El sol y el viento también golpean con dureza. 

Planeta sin vida. El lugar «es muy parecido a un planeta sin vida», agrega.  

La dureza del clima y terreno condicionó la construcción del proyecto ALMA, un emprendimiento conjunto de Estados Unidos, Japón y Europa, que será inaugurado este miércoles con la presencia del presidente Sebastián Piñera y otras autoridades.  

Las antenas, de entre 12 a 7 metros de diámetro, las más precisas jamás construidas, son capaces de soportar las fuertes oscilaciones del clima desértico y los vientos del altiplano.  

Pero los científicos que trabajan a esa altura deben cargar en sus espaldas bombillas de oxígeno, que llega a sus narices a través de unas pequeñas mangueras, lo que les permiten trabajar en condiciones relativamente normales y hacer frente a los efectos de la altura, como la fatiga y el dolor de cabeza.  

Allí está también el «Correlacionador», un mega-computador, capaz de procesar todos los datos recopilados por las antenas, tal como lo harían unos 3.000 computadores portátiles a la vez.  

«Las antenas reciben datos desde el cielo, los digitalizan, los envían al ‘Correlacionador’ y éste procesa los datos. Pero como la cantidad de datos que produce es tan grande, 36 millones de muestras por segundo, necesitamos una maquina especial capaz de digerir esa información», cuenta a la AFP el ingeniero a cargo, Alejandro Sáez.  

El «Correlacionador» es «la máquina de cómputo más potente que hay en el mundo», agrega. La sala donde se encuentra se debe mantener a 16 grados de temperatura, y tiene protecciones antisísmicas.  

Los datos se envían a través de fibra óptica hasta la base del observatorio, que se encuentra 2.000 metros más abajo, y donde trabajan de forma permanente técnicos y científicos. Así todo, es considerado el segundo edificio construido a mayor altura en el mundo.  

El Incesante trabajo de las antenas. En este ambiente hostil, las antenas sin embargo funcionan día y noche.  

A diferencia de los telescopios ópticos, ALMA capta las longitudes de onda milimétricas y submilimetricas, invisibles al ojo humano, que desprenden los distintos cuerpos del Universo, y que se pueden recopilar a cualquier hora, sin importar la presencia de luz del sol.  

Las antenas pueden ver además a través de las densas nubes de gas y polvo que suelen cubrir estrellas o planetas. Y no solo eso: ALMA también pueden analizar químicamente el espacio, descubriendo y midiendo las distintas moléculas existentes, pilares fundamentales de la vida.   

«La comunidad científica quiere usar ALMA para sus investigaciones en formación de estrellas, de planetas, y no sólo en lo que pasa ahora en nuestro sistema solar, sino que también cómo el sistema se creó después del Big Bang», dijo a la AFP el director de ALMA, Thijs de Graaw.  

«Es una revolución en la historia del Universo en el ámbito de las ondas milimetricas/submilimetricas, que tienen el poder de mirar a través de las nubes de polvo y se pueden centrar en la formación de estrellas mismas. Los telescopios no pueden mirar qué pasa dentro de estas nubes), con ALMA sí podemos, y esto es como abrir una nueva ventana», asegura de Graaw.  

ALMA acaba de nacer y tiene prevista una vida útil de unos 30 años, durante los cuales científicos de todo el mundo podrán presentar sus proyectos para utilizarlo.   «Se trata del proyecto de observatorio más grande del mundo nunca realizado hasta ahora», dice con orgullo Marconi.

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