Las promesas de las campañas políticas son un gran riesgo para quienes levantan ese estandarte, porque convertirlas en realidades no es cosa fácil y aún se logre un cincuenta por ciento, todavía se está en defecto y se crea una corriente de tensiones sociales de difícil detención, pues, de hecho, aún cuando quien esté en el centro del poder esté logrando lo que el Estado en el pasado no pudo hacer, la llegada continua de migraciones del campo incorporándose al número de marginados existentes cuando se inicio el gobierno, resulta contraproducente a la economía del país y los desafíos son: primero, qué hacer para que el pueblo no sufra de frustración; segundo, ¿cómo trasladar al corazón de la masa productiva general, la vitalidad y coraje y la esperanza del gobierno para producir la paz, el sosiego y el trabajo, como los empresarios en sus respectivos negocios?
Hay varias respuestas para estas preguntas y quizás la fundamental sería modificar o cambiar las instituciones que maneja el Estado, adecuándolas al presente histórico para abaratar los costos de producción y lograr a corto plazo la prosperidad, dar paso a toda la población para que se una monolíticamente a la actividad económica y social, es decir, igual oportunidad de trabajo para todos en igual condiciones. En esta forma cada ciudadano puede ser su propio Empresario, que es como se obtiene una auténtica democracia y se crearía en esta forma una verdadera y robusta economía de mercado.
Un criterio sumamente importante, es que reorganizando el país podríamos comprender mejor el concepto de bienestar social, que en sus programas nos ofrecen los lideres políticos, es importante que el país se aboque a un acuerdo de objetivos comunes como un gran proyecto nacional, mediante el cual se logren entre todos, objetivos definidos.