Las propuestas sobre Haití de un senador francés

Las propuestas sobre Haití de un senador francés

LEANDRO GUZMAN
Los que de alguna manera siempre nos hemos interesados por la evolución de las situación política y económica de Haití no podemos pasar por alto todas las propuestas que casi a diario se hacen para ayudar al vecino país.

Generalmente se trata de propuestas bien intencionadas, aunque algunas de ellas parecen alejarse de la realidad, por cuanto en la mayoría de los casos se repite que la República Dominicana, por ser la Nación más afectada por la migración ilegal, es la que tiene que cargar con el pesado fardo, sin tomarse en cuenta que nosotros también tenemos nuestros propios problemas.

En tal sentido, hemos leído con la debida atención las declaraciones del senador francés Louis Duvernois, quien con mucha inteligencia propone que la República dominicana «debe ponerse a la vanguardia de la comunidad internacional en los esfuerzos para el desarrollo y la estabilización de Haití, debido a que es la nación más afectada con la crisis de su vecino país.»

El senador parece olvidar que Estados Unidos y Canadá también son afectados por la crisis haitiana, en la medida en que crece el número de inmigrantes ilegales que utilizan los más variados métodos para llegar a sus respectivos territorios.

Hay que decir francamente que la afirmación del senador Duvernois, en el sentido de que con la reciente ayuda de más de mil millones de dólares aportados por la comunidad internacional, Haití «avanzará en la lucha contra la miseria para permitir que los haitianos permanezcan en su territorio».

Se trata de una ilusión. ¿En qué momento se ha dicho en cuáles proyectos se van a invertir esos fondos. ¿En qué momento se ha dicho en cuáles proyectos se van a invertir esos fondos? ¿Quién garantiza que no ocurrirá como en el pasado, cuando los dineros aportados por Estados Unidos, Francia y Canadá, entre otros países, fueron a parar a los bolsillos de gobernantes corruptos, como por ejemplo el dictador Francois Duvalier y su hijo Jean Claude y, más recientemente, del exiliado presidente Jean Bertrand Aristide.

La teoría dice una cosa y la realidad dice otra. Los gobernantes haitianos no se han ocupado de educar al pueblo para la democracia, dejándolos sumidos en un mar de miseria e ignorancia, de tal manera que uno  veces se desencanta al pensar que, si esa situación no se mejora con la educación, la democracia parece estar definitivamente condenada al fracaso.

Hay quienes han planteado que más que ayudas económicas materiales, Haití necesita prioritariamente ayuda en la educación y la salud, por donde hay que comenzar. Las grandes naciones, a pesar de las precariedades de la tierra haitiana, podría aportar tecnología para ponerlas a producir en aquellos lugares que sea posible, para fortalecer el abasto de la «comida de subsistencia», prevaleciente desde que se produjo después de la Independencia haitiana, en 1804, cuando los principales fundadores de la primera República negra liberada del coloniaje francés arrasaron con los predios productivos de las plantaciones y subdividieron la tierra en minúsculas e inútiles parcelas.

En cuanto a lo que dice Duvernois sobre las dificultades para controlar las olas migratorias por la frontera común, no deja de tener razón. Pero el hecho no se debe exclusivamente a las condiciones de deterioro económico en que se encuentra Haití, sino también a las complicidades de ambos lados por parte de quienes tienen la obligación de salvaguardarla.

La comunidad internacional no deberá olvidar que, según estimaciones de sus propios organismos, en el año 2015 – que está a la vuelta de la esquina- la población conjunta de la República Dominicana y Haití rondará por los 23 millones de habitantes. ¿Será la República Dominicana la única que tendrá que llevar la carga de alimentar y brindar alojamiento y servicios a tan elevado número de habitantes? ¿Cuál será el destino de la democracia si se presentan problemas sociales de envergadura, en el caso eventual de que nosotros los dominicanos no pudieran asumir tan grave compromiso?

En eso es lo que hay que pensar. Las teorías son buenas para charlas ante auditorios cautivos y para tratar de «demostrar algo», pero siempre serán teorías. Las realidades son otra cosa. haití es una realidad permanente y es verdad que necesita ayuda. Pero esa carga no debe ser llevada a cuesta solamente por la República Dominicana, que solamente en brindar salud a millares de parturientas haitianas, para citar un solo caso, tiene que gastar miles de millones de pesos anualmente. ¿No es eso una apreciable ayuda humanitaria?

Pero, además, no hay que olvidar que esos hijos de haitianos, según la Constitución dominicana vigente, automáticamente se convierten en ciudadanos dominicanos, que se suman así a los cientos de miles de haitianos que ya tenemos en nuestro territorio, y que a pesar de sus aportes a la mano de obra, no dejan también de ser una carga para nuestros hospitales, centros médicos y espacios donde residen.

En su calidad de parlamentario, el senador Duvernois debería aprovechar su innegable talento para exponer esta otra visión del caso haitiano frente a la opinión pública de Francia, que de seguro podrá así formarse un juicio más completo al respecto.

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