Las raíces de nuestros males
¡Téngase miedo, Leonel Fernández!: fin del ciclo del poder personal

Las raíces de nuestros males<BR>¡Téngase miedo, Leonel Fernández!: fin del ciclo del poder personal<BR>

(Un diálogo ficticio)

Dr. JRHdez. Tres períodosde gobierno son doce años y dos intervalos de cuatro años suman ocho, para un total de veinte años al 2016 y al día de hoy el Dr. Fernández tiene 60 años si nació el 26 de diciembre de 1953. Lo que significa que si el PLD estará en el poder durante veinte años más, Fernández tendrá para el 2036, 83 años.

DC. Eso es según la ideología del sentido de la historia, de la que es adicto el Dr. Fernández, pero usted sabe que en historia no hay leyes y ella no es un sujeto que camina hacia delante o hacia atrás como lo dicta la política de ese racionalismo y mucho menos marcha indefinidamente o inevitablemente hacia un progreso o un atraso. Ella es lo que sucede y nadie puede predecir lo que acaecerá. Los sistemas políticos geométricos como el marxismo o la metafísica son partidarios acérrimos de estas inexistentes leyes de la historia, las que existen solamente en esos discursos y esas prácticas.

JRH. ¿De lo dicho por usted se infiere que el Dr. Fernández puede y no puede completar esa inevitable tercera fase de su poder personal?

DC. Exacto. Las tres fases no son un racionalismo ni un sentido de la historia. Son la trayectoria de un sujeto. Se producen o no se producen. Nada interrumpió las dos primeras. Son hechos. Nada nos dice que la tercera deba cumplirse irremediablemente. Puede no cumplirse. Pero son sujetos los que lo permitirán o lo impedirán. No la historia. Observe que Marañón, en “El conde-duque de Olvares… ya citado, páginas 79-80, dice que “en ese momento delicado, después de la lucha contra todos, se desea ardientemente el asentimiento de todos; en el que el vencedor de las multitudes ambiciona cambiar la autoridad del caudillo por la blanda sugestión del patriarca. Pero el sueño de la paz se hace más difícil a medida que con más afán se desea. Por el contrario, se perfila cada día con mayor precisión el sentimiento terrible, inexorable, de que, mientras más avanza, se ve menos clara la continuidad con la historia futura; porque toda dictadura, [o poder absoluto, DC] como toda revolución, termina en un tajo, detrás del cual, claro es, la historia sigue, pero en el que los héroes de la revolución o de la tiranía se suelen despeñar. (…) y cuando esas fuerzas adversas, de fuera y de dentro, adquieren una tensión superior a las fuerzas de resistencia, un día, al parecer como los otros, el período final del ciclo se cumple y el gran tinglado del poder, que parecía eterno, cae estrepitosamente.”

JRH. Según esa tesis suya el Dr. Fernández estaría en el inicio de esa tercera fase y ahora se afana en recoger los pequeños poderes dispersos que la configuración de su poder absoluto dejó para después: es decir, el control de lo que antes los sociólogos, politólogos y periodistas llamaban frentes de masas y organizaciones profesiones. En fin, que nada ni nadie se le escape.

DC. En efecto, ¿y después qué hacer con todo ese poder absoluto de estas organizaciones profesionales y frentes de masas que ahora añade a los poderes legislativo, judicial, altas cortes, electoral, municipal, cámara de cuentas, monopolio de la violencia, Iglesia, etc.? Veo tres opciones, o más: 1) que la sociedad, volcada a la acumulación de riquezas y dinero fácil y rápido apoye a Fernández en este proceso de corrupción y se alterne en el poder cada cuatro años con un presidente o una presidenta salidos únicamente del PLD, pues alternancia en el poder no significa para él que el PRD u otra fuerza emergente acceda al poder, como en el PRI mexicano; 2) que a partir de 2016, según la cantidad de diputados y senadores elegidos y leales fieles al Dr. Fernández, sean mayoría absoluta y puedan modificar la Constitución para eliminar la reelección, situación muy difícil en esta tercera fase; 3), que una conjunción de fuerzas, de esa que Marañón teoriza, le plante cara al Dr. Fernández y le diga ¡basta ya!, como le gritó Viriato Fiallo a Balaguer e indirectamente a Ramfis Trujillo. Pero una opción de ese tipo solo sería viable con una fisura y alianza con un sector del PLD muy golpeado y afectado por la corrupción en ese partido o disgustado por no haber disfrutado de este largo proceso de acumulación de riquezas, pero esto no es muy probable, aunque no imposible, pues en la tercera fase de todo poder absoluto puede ocurrir esta situación;  4), que quienes recelan de todo poder absoluto, controlador  de jueces y fiscales, de las altas cortes y de todos los tribunales donde se deciden los casos judiciales en virtud de la politización y privatización de la justicia que ya comienza a advertirse, vean que su vida y sus grandes intereses están en grave peligro y que no hay garantía para nadie. Entonces esos sujetos que los encarnan esos grandes intereses quizá decidan poner fin a ese poder absoluto; y, 5), dejo abierta a lo múltiple cualquier otra posibilidad de resolver este tremendo problema político.

JRH. Esta reflexión suya me recuerda cómo han terminado algunos poderes absolutos que han sido paradigmáticos en la historia y que fueron acumulados por hombres que utilizaron los mismos mecanismos, fueran dictadores o no. Por ejemplo, Julio César, cocido a puñaladas por sus amigos y familiares, acusado de destruir la república; Sejano, quien tuvo el atrevimiento de exiliar a Capri al emperador Tiberio del que era primer ministro, aunque murió, por orden del emperador, descuartizado y su cuerpo arrastradoen las calles de Roma. El mismo conde-duque de Olivares a quien usted tanto cita, quien debido a la proverbial falta de carácter de los reyes de la Casa de Austria,  hizo de Felipe IV un muñeco, del que fue gran valido y terminó sus días en Loeches y Toro, deprimido y amargado. Napoleón, de la pobreza de Córcega a emperador de los franceses, muerto en Santa Elena, envenenado por sus carceleros ingleses. ¡Qué fin más miserable.  De Hitler, quien quiso alzarse con el mundo y terminó como suicida en un búnker. O de Lilís, Cáceres y Trujillo, quienes acumularon tanto poder que pusieron en peligro vida y bienes de sus amigos, familiares, relacionados, de gobiernos extranjeros, del pueblo llano y terminaron sus días abatidos a tiros por esos mismos amigos y sostenedores.

En fin, que hay que tener miedo y no querer ir más lejos de lo que la prudencia aconseja o pone límites a la temeridad y la ambición.

DC. Es cierto que el dominador de todas estas ambiciones o constructor de poderes absolutos no se arredra ante nada pues su sobreestimación es tan enorme que se considera a sí mismo un predestinado de Dios y cualquier vacilación o duda ante la mera posibilidad de incumplir su programa divino es una señal de debilidad que no puede permitirse, so pena de sentirse culpable ante sí mismo y ante quien le encomendó tarea tan ciclópea. (FIN)

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