LEO BEATO
¡Pracatàn! Patàn! ¡Atención! Cuando el cabo Torcuato recibió el telegrama vio la oportunidad que esperaba para que lo hicieran sargento. Cuadrándose militarmente dictó la orden del día a sus treinta y cinco soldados rasos y a sus siete pastores alemanes.
– Tranquilidad viene de tranca, tranquen a tó el mundo de veinte año parriba. Y punto.
-Pero, cabo Torcuato….
– Cállese uté la boca y haga lo que le digo o lo tranco yo a uté mimo peisonaimente. El hombre dio la orden en cibaeño clásico aunque el telegrama decía lo siguiente:
Tac-tacatà-tac -Detéctase movimiento sísmico. Punto y seguido. Epicentro localizado en ese…Punto y aparte. Tomar pasos pertinentes…punto y aparte…..tac-tàcatà-tac.
– Trànquenme a tó ei mundo hata que Epicentro apareca.
Y así fue cómo toda la juventud amaneció en el calabozo por obra y gracia del telegrama interpretado por el cabo Torcuato en aquel pueblito que dormía su insomnio caribeño a la orilla del Trujillato. Donde decía pasos el cabo interpretó presos y san se acabó
pues la guardia allí leía al revés y al derecho.
– Ese movimiento lo vamo a decubrí caiga quien caiga pue a mí naide me coge asando batata…. Lo vamo a desenrredai pa que me den la raya de saigento. Y punto.
Haciendo el consabido movimiento con el índice derecho, tan común en aquella época, instruyó a sus guardias rasos:
– Tiren a matai y dipué pregunten ei nombre. Lo mueito no jablan. ¿Me entienden?
– Sí, cabo Torcuato-contestaron los diez reclutas parados en atención. ¡Pran!
– ¿Quién de utede é ei mentao Epicentro, eh?- indagó Torcuato a las tres de la madrugada del sábado blandiendo una macana mas grande que su cabeza.
– ¿E que voy a tenei que limpiale ei pico uno por uno pa que Epicentro apareca?
Como nadie respondía a sus preguntas le dio un macanazo al pastor alemán que le quedaba mas cerca- ¡guàu!- y ladró bien alto para que lo oyeran en la Capital:
– Pue se me quedan toito aquí hata que llegue el juicio finai o apareca Epicentro.
– Raso Macario- ordenó el cabo muy orondo a las siete y media de la mañana del domingo -cuádreseme militaimente en la màquina telegráfica y envíe el siguiente mensaje a la Capitai:
Tac-tac-tacatà…Movimiento sísvico controlao….Punto y apaite. To mundo preso…Tacatà-tac punto y apaite. Degraciao Epicentro todavía no aparece…Punto y seguido… Eperando raya saigento. Tac
Cuando el teniente Eleuterio Peguero vino a hacerse cargo del caso el cabo Torcuato, creyendo que le traía de la Capital la raya de sargento, se cuadró militarmente…Pràm! El taconazo fue descomunal. Pracatàn!
– ¿Cómo se le ocurre a usted meter en el calabozo a toda la juventud de este pueblo?
– Repetuosamente, mi teniente..¡pram! Se trata de una enoime conspiración…¡pracatàn!
– ¿Conspiración? ¿Y de dónde saca usted eso?
– Adió… Mi teniente…¿No leyó uté ei telegrama? Se trata de un movimiento sísvico en contra dei Jefe.
– ¿Y quien le dijo a usted eso?
– Ei jodío Epicentro.
Y ahí fue cuando el teniente Eleuterio Peguero ordenó que trancaran a Torcuato.
De mas està decir que a Epicentro no lo encontraron ni en los centros espiritistas y que cuando llegó el anunciado terremoto, y existen muchos tipos de terremotos en Latinoamérica, éste se tragó al pueblito entero haciendo gárgaras con el destacamento donde jamàs llegaron las rayas de sargento. Sin embargo, y este es el gran problema, el cabo Torcuato se metió a politiquero y, como muchos de nuestros políticos de siempre, siguió interpretando telegramas al revés y al derecho y ahora quiere correr como candidato para que le den las rayas de presidente.
Y punto.