Según lo que ocurre en estos momentos, la impresión que se tiene y la imagen que se proyecta es que República Dominicana es una nación novata en el quehacer político, social y económico.

Como si de una paradoja se tratara, los problemas viejos obligan a una convocatoria nacional a los fines de encontrar, descubrir, articular y diseñar soluciones.

La  violencia, la crisis económica, política, social,  energética, entre otros, se expresan con una agudización que ha sobrepasado las habilidades de solución y de control.

 La capacidad resolutiva de los llamados a conducir la nación por el sendero del progreso, la estabilidad y el bienestar no ha estado a la par en término competitivo y de control con los factores negativos que engendran el caos, el desorden, el atraso y la pobreza.

¿Dónde está la experiencia acumulada por quienes han estado al frente de la cosa pública por tantos años?

Nuestros gobernantes y los políticos abordan los problemas como si se trataran de fenómenos recientes para los cuales no ha habido consultas, estudios, ponderaciones, valoraciones ni recetas de solución en el pasado.

Cada vez estamos reinventando nuevos insumos para el funcionamiento y eficiencia del Estado y de la sociedad.

En esto no sólo se invierte tiempo, recursos y esfuerzos, sino que se da mayor gabela a los factores negativos que gravitan contra el bienestar de todos.

Debe llegar el día en que se establezcan fundamentos sólidos sobre los cuales crezcan todas las variables que incidan en el desarrollo y el progreso de la nación y sin que tengamos que estar dando tumbos en la búsqueda de nuevos esquemas.