Las repercusiones

Las repercusiones

Todo está calculado. Cerca de un cuarto de millón de mujeres que asisten a nuestras esposas en los quehaceres domésticos, podrían quedar amparadas por la seguridad social. Magnífico. Si puede encontrarse la fórmula para que este proceso se lleve a buen término, se cumplirá un acto de justicia. Lo malo es que no todos los presupuestos domésticos soportan otro acto de exacción. Y éste sería uno de ellos. Una verdadera y grave injusticia.

Muchas familias pueden inscribir a las trabajadoras domésticas en el sistema de seguridad social. Otras tantas, me atrevo a sostener que una inmensa mayoría, no podrán hacerlo. Las repercusiones son previsibles. Miles de mujeres que hoy día laboran en casas de familia, perderán sus colocaciones. Y cuanto es mucho peor, esos puestos se perderán como lugares de trabajo. El mercado laboral, por consiguiente, se restringirá y achicará.

En el país existen familias que contratan servidoras domésticas por necesidad. Sobre un cálculo erróneo, salen padre y madre a laborar como dependientes de terceros. El padre, quizá, percibe un salario en el cual descansan los gastos caseros. Una cultura de los tiempos de la igualdad y el feminismo, sin embargo, determina que también la madre trabaje fuera de la casa. Contratan ambos a su vez, a una doméstica que limpia y cocina y supervisa a los hijos, en ausencia del matrimonio.

No en todas las circunstancias previsibles, esta pareja estará motivada para entrar en el proceloso mundo del sistema nacional de la seguridad social. Ambos son parte de él, pues sus patronos pagan una cuota por ellos y a cada uno se les descuenta una suma. El sistema, sin embargo, introdujo al país un esquema de descuentos y pagos de intrincado seguimiento. Para dar satisfacción mensual al mismo, tal cual lo hacen otros patronos, dedicarán horas que restarán al hogar y a sus contratantes.

 Como puede observarse, no es tan fácil integrar a ese cuarto de millón de dominicanas a la seguridad social. Es de justicia que este objetivo se alcance. Lo reconozco. El país, no obstante admitir esa premisa, no está preparado para ello. Ni en lo económico, ni en lo cultural. Conviene que lo piensen las autoridades para que las repercusiones de un paso como éste no resulten más negativas que positivas.

Ese cuarto de millón, tal vez, pueda incorporarse a la seguridad social en un estadio híbrido entre el sistema subsidiado y el pagado. A las mujeres del servicio no se les descontaría cuota que cubrirá el sistema nacional de seguridad social. Los patronos domésticos pagarán una cuota fija bajo un esquema de pago distinto al impuesto a los empleadores industriales y comerciales.

De otro modo, las repercusiones son imprevisiblemente previsibles.

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