Las sentencias de coerciones en diferentes grados dictadas por el juez especial de la Suprema Corte de Justicia Francisco Ortega Polanco sobre personajes involucrados por la fiscalía brasilera en la trama de Lava Jato protagonizada por la constructora Odebrecht, las interpreto cuestionables, con notables acentos sospechosos de complacencia con el Poder Ejecutivo.
Al final de este penoso caso de corruptela que degrada la reputación de la sui generis democracia que nos gastamos siempre los dominicanos, espero resultar equivocado en la premisa inscrita en el primer párrafo de este trabajo, empero, es el resultado de una serena y abisal reflexión, que es la presea preciosa que debe orlar la normativa de cualquier individuo, sobre todo, en un periodista.
La figura jurídica de la coerción incide nueva en el estamento de la justicia criolla, y hasta que recuerde, siempre ha caído contra elementos del bajo mundo vinculados al tráfico de sustancias prohibidas, en que más de un acusado ha resultado ileso por jueces venales que vendieron su honor por el estiércol del Diablo.
En el caso que nos ocupa, ha caído como una guillotina sobre elementos de la alta política y finanzas, a quienes la fiscalía de Brasilia identifica involucrados en la trama corrupta de Lava Jato, señalándolos beneficiarios en los contratos de obras civiles realizadas en RD por Odebrecht.
Vuelvo sobre la figura de la coerción, en este caso deplorable que aflige a la democracia criolla, si la sentencia definitiva absuelve tan siquiera uno de los afectados, ¿cuál poder humano podría resarcirle los padeceres físicos y psíquicos sufridos en prisión?
Voy más lejos, si en Lava Jato RD resultaren involucrados el expresidente Leonel Fernández y el actual Danilo Medina, ¿cuáles serían las providencias del juez Francisco Ortega Polanco. ¿Imparcialidad o….?